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retratos de Primera Comunión

Un tópico dentro del retrato infantil es el de la Primera Comunión. En este campo, existe menos espontaneidad, puesto que se trata de una situación solemne, que obliga al niño a posar rígido, ciñéndose a un modelo de representación prestablecido.

En el elenco fotográfico de niños de Primera Comunión de la Colección Tunekawa se distinguen varios tipos, de acuerdo a los elementos que portan los retratados. Durante los años veinte prolifera el tipo de niño portador de crucifijo, objeto al que mira fijamente, siguiendo el modelo iconográfico de San Jerónimo. Otro estilo menos penitenciario y más festivo es aquel en el cual el personaje -típicamente femenino- porta flores y está acompañado por una imagen de la Virgen María al fondo. Finalmente, son recurrentes también los niños portadores del Rosario o del Evangelio, variantes equivalentes en términos simbólicos, por cuanto se considera al Rosario como el Evangelio hecho oración.

En los años cuarenta, pese a que persiste el tipo rígido, surge un nuevo estilo en el que el niño o niña aparece más recogido en sí mismo, en actitud mística. Durante esta época, Tsunekawa implementó un novedoso formato para retratos de Primera Comunión: se trató de unas fotografías pequeñas y alargadas que servían como recuerdo de la ocasión, cuya estética tiende a aproximarse a la de la fotografía publicitaria.

Ya en los años cincuenta, se generalizan la mirada directa de los niños al lente, como también la proyección de la cruz o de la Virgen en el fondo. El atrezzo sacramental sigue siendo el mismo, aunque se potencia el uso de una iluminación directa sobre la cabeza del niño, símbolo de la comunión del niño con Dios a través de la lectura del Evangelio.