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La categoría raza

"La idea de que existan naciones, o grupos étnicos, compuestos de razas no hibrizadas, o 'puras', es totalmente contraria a la realidad. No conocemos razas humanas 'puras'. Cada uno de los diversos grupos étnicos, incluso los que han alcanzado el más alto grado de cultura, o que quedaron victoriosos en el encuentro con otros grupos étnicos, se compone de individuos pertenecientes a razas hibridizadas". (Alejandro Lipschutz. El problema racial en la conquista de América, p. 71)

Para el médico Alejandro Lipschutz la categoría raza, más que una realidad biológica, es una construcción intelectual y social. Es decir, es un invento creado por un grupo humano que se siente superior a otro, cuyo objetivo es justificar las diferencias y evitar el contacto mutuo. Es un concepto cuyo significado ha ido variando a través del tiempo. Inclusive, no existen fundamentos científicos que permitan sostener que los individuos heredan rasgos síquicos y sociales por medio de los genes o la sangre, como se cree popularmente.

Los orígenes del término se remontan a las reflexiones sobre la diversidad humana que realizaron diversos exploradores europeos -franceses, ingleses y holandeses- durante los siglos XVI, XVII y XVIII. En 1735, el médico sueco Carlos Linneo en su libro Systema naturae clasificó a la humanidad en cuatro razas: europeus, americanus, asiaticus y africanus niger. Para establecer su taxonomía se fijó en algunos rasgos físicos como el color de la piel, el cabello, los ojos, la forma de la nariz y la postura del cuerpo. Más tarde, Georges Luis Leclerc, conde de Buffon, postulaba que los europeos eran superiores a cualquiera de las demás razas.

Estos idearios de clasificación y jerarquización se basaban en la unión del color de la piel a posibles defectos y virtudes de los seres humanos. Su influencia se hizo sentir en los defensores del racismo científico durante el siglo XIX, principalmente en sir Arthur de Goubineau. En su Ensayo sobre la desigualdad de las razas humanas (1853-1855) consideraba a la raza como un conjunto de elementos físicos y síquicos determinado y heredado por la sangre. Según él, existían tres razas con diferentes características: la blanca (bella, inteligente y con honor), la amarilla (débil y mediocre) y, por último, la negra (bruta, sensual y cobarde).

Para Goubineau, el desarrollo de una nación estaba relacionado con la mezcla de sus razas, es decir, mientras más cantidad de blancos, más posibilidades de generar buenos ciudadanos y alcanzar el desarrollo económico. Por lo mismo, había que evitar el mestizaje, pues era un proceso que conllevaba a la degeneración del pueblo. Más aún, si se realizaba con el elemento negro.

En Chile, el médico Nicolás Palacios fue el primero en realizar un tratado sobre la raza en su libro La raza chilena (1904). Sin embargo, el término ya era utilizado durante la Guerra del Pacífico. Influenciado por Charles Darwin, Spencer y Arthur de Gobineau, el intelectual postuló que el chileno pertenecía a una raza superior, mezcla de los godos (españoles) y las chinchas (mapuches). Sus tesis fueron defendidas y ampliadas por el historiador Francisco Antonio Encina, ejerciendo una gran influencia sobre otros intelectuales nacionalistas, así como en el sistema educativo por medio de su Historia de Chile.

Por su parte, en 1902, Benjamín Vicuña Subercaseaux mencionaba en sus cartas que la raza chilena tenía un carácter sobrio, desinteresado y un espíritu guerrero. En la década de 1920, el historiador Luis Thayer Ojeda establecía que el país estaba formado por un 64.89% de raza blanca, 34.26% de raza roja o indígena, 0.98% de raza negra y 0.17% de raza amarilla.

Para los intelectuales actuales, la categoría raza -e incluso la chilena- es una invención intelectual que no tiene ningún fundamento objetivo y utilizarla es un anacronismo que fomenta el racismo. Prefieren usar el vocablo etnia que alude a diferencias más culturales y sociales que biológicas.