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boticarios

En el siglo XVIII, una de las figuras que destacó en esta área fue el farmacéutico y jesuita bávaro José Zeilter. A partir de 1748 estuvo a cargo de la botica de los jesuitas de Santiago. Ubicada dentro del edificio del Colegio Máximo de San Miguel -en la manzana que hoy ocupa el ex Congreso Nacional- fue considerada como la mejor de la ciudad cumpliendo a cabalidad los requerimientos de los médicos y del pueblo de Santiago. Según consigna el doctor Enrique Laval, se estima que la botica poseía 916 productos y la posibilidad de confeccionar toda suerte de preparaciones. El trabajo de Laval incluye el inventario de la botica, concluido el 21 de diciembre de 1767, con las drogas y preparados que lo componen, añadiendo un estudio por cada compuesto y el mal que alivia. Asimismo, Zeitler manejaba una biblioteca de más de ciento treinta obras escogidas de medicina, cirugía, farmacia y química escritas en varias lenguas. Estas obras constituían el conjunto de literatura científica más rico de Chile y, como tal, de obligada consulta para todos los médicos.