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número 33-38

El número 33-38 de la revista Orfeo, publicado el año 1968, fue también su última edición. Se trata de una antología que llevó por título "33 nombres claves de la actual poesía chilena", cuyos responsables fueron Jorge Vélez, como director, junto al consejo de redacción integrado por Humberto Díaz-Casanueva -quien se desempeñaba entonces como Embajador de Chile en Argelia-, Gerda Bruhns de Thele y los poetas Naín Nómez, Carlos Zarabia, Erik Martínez y Jorge Etcheverry, miembros del colectivo poético llamado Escuela de Santiago, que fue en gran medida responsable de esta antología.

El volumen suscitó una controversia debida a varias circunstancias. La primera de ellas fue la exclusión de los poemas de Pablo de Rokha, Vicente Huidobro y Pablo Neruda. De hecho, el primer poeta en ser reconocido por esta antología como "nombre clave de la actual poesía chilena" fue Rosamel del Valle, cuyos poemas aparecen seguidos por un nutrido grupo de autores adscritos a estéticas vinculadas al simbolismo y al surrealismo, como es el caso del propio Rosamel del Valle, Humberto Díaz-Casanueva, el grupo Mandrágora -compuesto por Braulio Arenas, Teófilo Cid, Enrique Gómez-Correa y Jorge Cáceres, Omar Cáceres, Gustavo Ossorio y Carlos de Rokha.

Sobre los criterios de selección, Jorge Etcheverry declaró: "Contamos con la revista Orfeo, pero de un modo indirecto, pues se nos llamó a colaborar en una antología de poesía chilena que, siguiendo nuestras tendencias prácticamente, redujimos a la presentación de aquellos autores que consideramos importantes dentro del proyecto literario nuestro." (Soledad Bianchi, La Memoria: Modelo Para Armar, p.115).

La antología no fue bien acogida por la crítica y por muchos poetas; de hecho, Alone, en su calidad de crítico literario de El Mercurio, la llamó "los 33 nombres clavos de la poesía chilena", juego de palabras que también se le ha atribuido a Nicanor Parra. Sobre este punto, en el libro La Memoria: Modelo Para Armar, Julio Piñonez -que entonces firmaba con el seudónimo de Erik Martínez- afirma que el propósito de la antología fue mostrar "la otra poesía chilena", la poesía que, precisamente, permanecía ignorada por críticos como Alone o Ignacio Valente, pero era valorada por otros, como Jorge Elliott, autor de la Antología Crítica de la Poesía Chilena (1957). Esta idea se ve reforzada por la inclusión de un homenaje de 16 páginas al poeta Gustavo Ossorio, muerto en 1949 y largamente ignorado por la crítica.

Sin embargo, la polémica también estuvo motivada porque los autores de la antología incluyeron sus propias obras, dejando fuera la de importantes poetas de la época, como Federico Schopf, Jaime Quezada, Floridor Pérez, José Ángel Cuevas, Omar Lara y otros. Sí fueron seleccionados, en cambio, los poetas Manuel Silva Acevedo y Gonzalo Millán.