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literatura de bajos fondos

No existen referencias exactas respecto de cuándo comenzó la crítica literaria a utilizar la expresión "litertura de bajos fondos" para dar cuenta de este particular subgénero que articula su discurso en los márgenes de la sociedad. Sin embargo, hay ciertos rasgos que permiten establecer una conexión entre este tipo de narrativa y la novela picaresca del siglo XVI. Por contraposición a las novelas de caballería -escritas en clave poética y colmadas de motivos idealizantes-, la novela picaresca tiene como protagonista al pícaro: nacido y criado en paupérrimas condiciones, es un sujeto que, carente de un oficio determinado, cultiva una vida disipada. Si bien se caracteriza por ser holgazán, pillo y oportunista -es, en buenas cuentas, un desadaptado social-, al final de la historia típicamente encuentra la redención, aceptando las normas impuestas por la sociedad.

Del mismo modo, en la narrativa de bajos fondos, los personajes viven al margen de la sociedad, expuestos a situaciones extremas cuya crudeza sus autores se esmeran en retratar con fidelidad. En este caso, sin embargo, no existe un diseño teleológico destinado a reconciliar al personaje con la comunidad, probablemente porque los autores suelen pertenecer al mismo mundo que narran. Esta característica marca una diferencia con autores realistas como Alberto Blest Gana, Orrego Luco o Baldomero Lillo, tras cuyas representaciones de la marginalidad subyace una instancia de reivindicación, enunciada desde el orden social establecido.

Si bien autores como Méndez Carrasco, Gómez Morel y Luis Cornejo carecen de un discurso ideológico común, en sus obras es posible observar, como común denominador, la expresión espontánea de un descontento propio de sujetos ignorados o avasallados por el progreso. No obstante ello, se trata de una escritura testimonial que no pretende transformarse en la voz de los sectores populares, sino simplemente dar cuenta, de manera ágil y desenfadada, de cómo se vive una ciudad desde sus extremos.