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Centros de Madres

Aunque no existe consenso sobre los orígenes de los Centros de Madres, se han distinguido a lo menos dos iniciativas que los habrían suscitado.

Por una parte, se ha establecido que desde 1930 diversos proyectos privados se habrían organizado para cooperar en la formación de una mejor dueña de casa, madre y esposa, con el fin último de entregar mejores ciudadanos al pais. Esta labor se entendía como un acto asistencial ineludible para las mujeres de élite, tradicionalmente vinculadas a la caridad, que contaban con el beneplácito de la Iglesia Católica y el apoyo profesional de las visitadoras sociales. Los Centros de Madres colaborarían de manera oportuna en la educación de la mujer en temas como el orden religioso, moral, económico (economía familiar), intelectual, jurídico (con el fin de fomentar las uniones legítimas) y en el orden higiénico. A la vez, hacían propaganda en contra del trabajo femenino fuera del hogar y reforzaban aquellos dogmas que persuadían a las mujeres a permanecer fieles y sumisas al esposo, incluso frente a cualquier mal comportamiento de él.

Otra interpretación ha situado el origen de los Centros de Madres durante el gobierno de Carlos Ibáñez del Campo (1952-1958), cuando Graciela Letelier Velasco de Ibáñez, esposa del citado presidente, agrupó diversas asociaciones privadas en la Fundación CEMA (Centros de Madres) encargada de coordinar centralizadamente a un grupo de instituciones de beneficencia como los Roperos del Pueblo, fundación de derecho privado vinculada con la Presidencia de la República, encargada de entregar ropa a las familias más necesitadas; la Asociación de Dueñas de Casa, cuya función era preparar a las mujeres de escasos recursos para su mejor desempeño como dueñas de casa; y los Comités de Dueñas de Casa, con objetivos similares a los de la asociación estatal que propiciaba la Primera Dama. En honor a la iniciativa de la esposa del presidente Ibáñez, la corporación pasó a llamarse Fundación Graciela Letelier Velasco de Ibáñez-CEMA Chile.