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Realismo social en la narrativa de Luis Merino Reyes

Según Mario Ferrero, el realismo social característico de la generación del 1938 se manifiesta en la narrativa de Merino Reyes a través de un "estudio inteligente de la sociedad, especialmente de la clase media, con sus apetencias intelectuales y sus limitaciones económicas, las que a menudo generan frustraciones que van a desembocar en el antihéroe, en el hombre común de vida azarosa y destino incierto" (Ferrero, Mario. "Plena vigencia de Luis Merino Reyes", Pluma y Pincel, número 156, febrero, 1993, p. 32).

Para Luis Alberto Mansilla, mientras los demás autores de la novela social se concentraban principalmente en el mundo popular, los obreros de la pampa, los conventillos, la marginalidad y la "ternura de seres mínimos" ("Luis Merino Reyes. En el mundo de la clase media". Los feroces burgueses. Santiago: Lom, 1997, p. 12), Merino Reyes tuvo a la clase media como sujeto predilecto.

En La vida adulta (1962), Merino Reyes relevó ciertas temáticas desarrolladas en Regazo Amargo y Última llama. Según Carlos Ossa, en este libro, Merino "busca sus personajes en las capas medias de la sociedad. Son siempre pequeñoburgueses problematizados por conflictos de inestabilidad sentimental, por una búsqueda constante y voluntariosa de acomodación de los sentimientos amorosos" ( "La edad adulta". El Siglo. Santiago, 22 de julio de 1962, p. 2). Eugenio, el protagonista de la novela, ve morir a su madre, sin que Adriana, su mujer, ni Adela, su amante, sean el apoyo que él necesita.

Con múltiples referencias autobiográficas, Los feroces burgueses (1964) escenifica una conflictiva relación del narrador con su familia burguesa: "Mi familia es respetuosa de los títulos, está en el límite social de una alta burguesía y no constituye aristocracia, indudablemente, pero no se nivela con el pueblo rústico y directo" (Los feroces burgueses. Santiago: Lom, 1997, p. 21). El narrador opta por separarse de esa burguesía y ser un escritor sin grandes laureles, sin título profesional, que gasta sus días entre mujeres y sus amigos del club.

Los personajes femeninos tienen un rol significativo en la narrativa de Merino Reyes, están rodeados de pesar y desgracia. Algunas, como Claudina, en Los Egoístas, cargan con un despecho que la lleva a asesinar al hombre que la abandonó; otras, como Moraiba en Regazo Amargo o Adela en La vida Adulta, deben sobrellevar la angustia que entraña el adulterio. Muchas de ellas muestran un carácter impetuoso, pero solo algunas optan por rebelarse contra el orden masculino. En el cuento "Matriarcado", por ejemplo, dos hermanas vengan a golpes la violación de una de ellas. En Última llama, en cambio, Filomena no se arrepiente de entregarse por entero a sus hijos, "aunque a veces creo que cuando la mujer se sobrepasa en el amor maternal, el hombre se fastidia y se va; es así la vida…" (Santiago: Nascimento, 1959, p. 77).