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Madres solteras

Visitadoras sociales y médicos identificaron un perfil social y psicológico de las madres solteras. Era común que se tratara de mujeres muy jóvenes que migraban del campo a la ciudad por mejores expectativas laborales. Conseguían trabajo en las grandes urbes como obreras de fábrica, pero principalmente como empleadas domésticas. Según los profesionales, la ingenuidad de estas mujeres y la falta de cariño que las aquejaba, incidían en que sucumbieran ante hombres de gran poder seductor que, para lograr intimar con ellas, las engañaban con una falsa promesa de unión marital. El anuncio de embarazo marcaba la escabullida del progenitor, quien se desmarcaba de toda responsabilidad. En palabras de un médico, la gravidez de estas madres era el inicio de un calvario, porque eran despedidas del trabajo apenas se evidenciaba su embarazo.

La previsión social que gozaban las obreras contratadas formalmente, determinó que las madres solteras que servían en casas se concibieran como las más desvalidas. Los empleadores difícilmente aceptaban recibirlas con sus hijos, y el desamparo era mayor si, además de la penuria financiera, perdían el único techo que las guarnecía. Deambulaban sin rumbo por la ciudad, la tristeza las consumía, el retoño peligraba con la eminente desnutrición de las madres, y con su falta de abrigo. Este agrio panorama representaba una amenaza para el feto, no solo por el descuido de la salud materna, sino porque las madres, desesperadas por su suerte, sin ver salida, podían abandonar a sus hijos una vez nacidos, o en el peor de los casos, cometer abortos o infanticidios.