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Hija de Perra (1998)

Hija de perra es un largo monólogo precedido por epígrafes de Roland Barthes, Las Blancanblues y Los Redonditos de Ricota. El crítico peruano Julio Ortega ha señalado: "Hija de Perra lleva las pulsiones de lo real (evidencias) de muerte a su extremo recusatorio, al inventario de la carencia y el desamparo (evidencias de que lo real retoma incólume y aún más grotesco). El paisaje urbano, "Santiago muerto", escenifica aquí el paisaje interior desolado por la ruptura del diálogo. Entre ambos, discurre la soledad de la escritura, esa obsesión de entender y de protestar, ese puente roto sobre un mundo arruinado. Sólo la violencia del poema responde por el lenguaje de las articulaciones, por la lectura del sentido, por la reafirmación de ser en contra de este estar desasido. Confesión de una otra confesión, estas letanías son una ceremonia de exorcismo y patetismo: el poema es el producto desollado de las disputas de la realidad antagónica y el deseo insumiso, del eros de empatía y la muerte de avidez. La poesía transforma el mundo de las evidencias en una figura radical del desamparo, y clama y reclama por el diálogo que albergue el tributo y el sacrificio de esta sangre vertida, de este discurso purificador" (Ortega, Julio (1998). "Contratapa" de Hija de perra. Recuperado de Letras.s5)