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Historia de la arqueología

Mario Orellana sostuvo que la historia de la arqueología nacional, también denominada ciencia prehistórica, podía dividirse en cinco periodos desde sus orígenes hasta la década de 1990. A partir de 1842, en el período denominado precientífico, Orellana situó los primeros hitos de la formación de una especialidad arqueológica. Sin embargo, los albores de la arqueología como disciplina y ciencia propiamente tal, Orellana los estableció en 1878 cuando se formó la Sociedad de Arqueología de Santiago y durante 1882, año en que José Toribio Medina dio un salto cualitativo al publicar Los aborígenes de Chile, la primera obra de carácter científico sobre arqueología y etnología nacional. Esta publicación inició el segundo periodo, desde 1882 hasta 1911, caracterizado por la elaboración de investigaciones individuales realizadas por personalidades de diferentes disciplinas, la mayoría de las veces relacionadas con la historia y las ciencias naturales.

En 1911, singular notoriedad tuvo para la arqueología nacional la llegada a nuestro país de Max Uhle, arqueólogo alemán contratado por el Gobierno e invitado especialmente por la Universidad de Chile. Su llegada marcaría el comienzo del tercer período que culminaría en la primera mitad de la década de 1940. Gracias a los estudios de este arqueólogo, esta etapa fue de enorme fecundidad en excavaciones y publicaciones, y reunió a notables especialistas como Ricardo E. Latcham, Aureliano Oyarzún Navarro y Martín Gusinde.

El cuarto período, que se extendió desde 1940 hasta 1960, debe mucho a la presencia en Chile del investigador norteamericano Junius Bird y a la figura del sacerdote Gustavo Le Paige, quien realizó una labor significativa en la zona de San Pedro de Atacama. En este momento surgieron también figuras como Grete Mostny, de origen austriaco.

A partir de 1960 comenzaron a organizarse en nuestro país instituciones universitarias y centros de investigación relacionados con la arqueología. En 1963 se fundó la Sociedad Chilena de Arqueología, en 1968 la Licenciatura en Arqueología en la Universidad de Chile y en 1970 el Departamento de Antropología de la misma Universidad. El surgimiento de estas instituciones implicó la sistematización de las investigaciones a través de la disciplina académica.

Según Orellana, entre 1960 y 1990 hubo en la arqueología nacional dos posturas bastante marcadas. Antes de 1973 se impuso como marco teórico el materialismo histórico, lo cual tuvo como consecuencia una ideologización e instrumentalización de las ciencias sociales al servicio de los proyectos políticos. Durante la dictadura militar de Augusto Pinochet se impidió la expresión de marcos teóricos claros y se intentó realizar una ciencia social lo más neutral posible. En este periodo además se clausuraron las carreras de arqueología de la Universidad de Concepción y de la Universidad del Norte, ambas creadas a fines de los años sesenta.

En la década de 1990 existió en nuestro país una reacción inglesa que rescató el aporte de la historia. Esta postura fue la que Mario Orellana mantuvo por años, afirmando que era necesario reflexionar sobre el significado de los hechos arqueológicos y no solo buscar leyes universales.