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Club de Señoras de Santiago

"A nuestra mayor sorpresa, ha aparecido una clase media que no sabíamos cuándo había nacido, con mujeres perfectamente educadas, con títulos profesionales y pedagógicos, mientras nosotros apenas sabíamos los misterios del rosario. Entonces sentimos el terror de que si la ignorancia de nuestra clase se mantenía dos generaciones más, nuestros nietos caerían al pueblo y viceversa" (Iris. "¿Cómo se fundó el Club de Señoras?", p. 42). Este es el diagnóstico que presenta Inés de Echeverría en 1917 acerca del peligro que acecha a las mujeres de la oligarquía chilena y es lo que, entre otros factores, incide en la creación del Club de Señoras que para el año 1916 funcionaba en la calle Los Huérfanos, cerca al cerro Santa Lucía.

Mientras la incomodidad de las mujeres con respecto al Club de la Unión aumentaba, había otras que empezaron a participar en el Círculo de Lectura de Señoras (1915). Fue así como su fundadora, la Sra. Delia Matte de Izquierdo, junto a un grupo de señoras distinguidas, instaló un centro de reunión culto, agradable y útil para reemplazar las tertulias sociales que experimentaban un declive. Inspirado por iniciativas similares de mujeres en el extranjero, como Les Dames de France, la Escuela Profesional de Mujeres de Argentina, Entre nous en Uruguay y los clubes de mujeres de Estados Unidos, el club local fue concebido como un círculo de fomento a la educación y la cultura de las mujeres de élite.

No solo las actividades sociales y culturales allí realizadas -conferencias, clases, lecciones artísticas y literarias, sesiones de té, bailes, grandes recepciones y presentaciones de películas, cantantes y música- generaron resistencia entre ciertos segmentos femeninos. La realización de estas reuniones fue considerada por algunas una transgresión a los deberes de la mujer casada. Este malestar, naturalmente, fue el eco de la reprobación expresada por los maridos y el clero, que recusaban este espacio de libertad.

En plena sintonía con la máxima de educación y cultura para las mujeres que el Club propugnaba, Martina Barros aceptó participar en él. Lo consideraba un lugar útil y necesario, un hogar respetable donde "la mujer podía proveerse de todos los placeres intelectuales y sociales que no es fácil obtener de otra manera" (Recuerdos de mi vida. Santiago: Orbe, 1942, p. 290).

El programa adelantado en el Club contribuyó a problematizar la opresión de la mujer en la clase alta, esfuerzo que surgió en consonancia con las estrategias y discursos de las mujeres de clase media y de sectores populares. "Para las mujeres aristócratas, que fundan el Club de Señoras, se hace perceptible todo el conjunto de rasgos que pervierten a la mujer desde el privilegio: inutilidad, privación de voluntad, atrofia intelectual y se comienza a perfilar rasgos de modernismo y antioligarquismo" (Kirkwood, Julieta. Ser política en Chile. Las feministas y los partidos. Santiago: FLACSO, 1986, p. 112-113).