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Recuerdos de mi vida (1942)

Recuerdos de mi vida es el reflejo de casi un siglo de cambios y transformaciones. Estas memorias, escritas por Martina Barros, son principalmente un relato de las prácticas cotidianas de una familia de élite a partir de la segunda mitad del siglo XIX. Barros detalla la vida social de la que hizo parte, el modelo de familia tradicional deseada, el papel de la mujer y el desarrollo de la vida cultural de la cual estuvo siempre al tanto, intentando desafiar sutilmente la tradición.

En su lucha contra "la tiranía de la costumbre ante la cual se rinde todo el mundo", Barros afirma: "Fui la primera señora que ocupó, en el teatro, un sillón de platea" (Barros, Martina. Recuerdos de mi vida. Santiago: Orbe, 1942, p.151). Esta anécdota es relevante pues no era bien visto durante esos años que una señora de élite ocupara un lugar en la platea, destinada a la incipiente clase media.

Su relato, que surge de un ambiente de "alta cultura" y "refinada inteligencia", pone de relieve las actividades literarias de la élite santiaguina de fines del siglo XIX y principios del XX y, además, su conocimiento de la cultura europea, en especial, del ambiente de los salones y las salonières (Madame de Stael, Delfine Gay, Madame Recamier).

Martina Barros prefería la literatura a la historia. Lectora de Lamartine, Chateaubriand, Shakespeare, George Sand, Balzac, Saint Beuve, se aficionó también por el teatro dramático (Lope de Vega) y por algunos filósofos (Rousseau, Diderot, John Stuart Mill).

Recuerdos de mi vida permite reconocer las contradicciones de una mujer amante de la lectura y de las bellas letras, del arte de conversar, liberal en su pensamiento y católica en su actuar. En sus líneas se reconocen los motivos por los cuales no se opuso radicalmente al lugar que la tradición le otorgaba a las mujeres (el hogar), ni a las labores a las que eran destinadas (cocina, bordados, zurcido). En este mismo sentido, también se advierte por qué nunca rechazó los roles de madre abnegada y esposa dedicada. Con todo, en estas páginas, se asiste a una convicción infranqueable: la necesidad de la independencia, tanto intelectual como económica, de las mujeres de élite pues es, precisamente, a partir de dicha "libertad" que podrán emplear sus facultades y hacer uso de sus conocimientos.

En suma, en este texto Martina Barros ofrece una visión de mundo desde su lugar privilegiado que permite conocer sus ambiciones, intereses y contradicciones, pero también sus prejuicios sociales y raciales. La dedicatoria de uno de sus amigos, Manuel Pardo, describe muy bien su ambivalente vida: "A la señora Martina Barros de Orrego que sostiene la independencia de la mujer y practica la esclavitud del hombre" (ibíd., p. 179).