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Casa

Una casa podía acoger a varias familias. Por ejemplo, en una habitación popular, convivían varias mujeres solas con sus hijos o niños de crianza. En los hogares de las familias más acomodadas, residían los hijos del matrimonio y los sirvientes domésticos con sus hijos o las familias de esclavos.

La casa como edificio tenía también una proyección pública y su propia simbología: era la materialidad de la protección, sus techos y paredes defendían de las inclemencias del tiempo o de la amenaza de otros y, desde fines del siglo XVIII, se transformó en un espacio de tensión entre las nociones de lo público y lo privado.

Para la sociedad de los siglos XVIII y XIX, como anota René Salinas, la casa era un "lugar de residencia, ámbito de existencia, centro de la economía familiar básica, espacio que genera redes de afectos y, también, lugar de conflictos y tensiones" (Salinas, René M., "Espacio doméstico, solidaridades y redes de sociabilidad aldeana en Chile tradicional 1750-1880",Contribuciones científicas y tecnológicas, (118): 1-19).

Familia y casa era una célula política en la sociedad tradicional, un espacio social en el que la dominación y el orden debían ser efectivos. El hogar también entrañaba la noción de señorío, finalmente una institucion que comprendía el concepto de lo doméstico, lo domesticado y la acción de domesticar. No tener una casa o un hogar era sinónimo de indefención y desvalidez. Al contrario, la tenencia de una residencia significaba autoridad, y en consecuencia poder. Rentar una casa u ocupar rancheríos no hacía de esos ocupantes miembros de una casa.