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Activismo provincial

Desde que se creó el MEMCH, sus integrantes se empeñaron en programar actividades fuera de la capital como una forma de impulsar reivindicaciones que, tímidamente, la prensa feminista daba a conocer desde la década de 1920. Las campañas, concentraciones y conferencias que el movimiento apoyó, tuvieron expresión provincial a través de la acción de comités locales que organizaban reuniones y enviaban delegadas que representaban sus intereses en los congresos nacionales de 1937, 1940, 1944 y 1947. Fue en 1936 que el Comité Ejecutivo Nacional (CEN) del MEMCH se propuso formar comités locales con un mínimo de 10 socias que debían reunirse una vez cada dos semanas y pagar una cuota mensual de 1 peso. En 1940 había 26 comités y subcomités en todo el país; en 1947 existían alrededor de 50. Los que contaban con mayores socias eran los de ciudades como Tocopilla, Valparaíso, Rancagua, Concepción y Temuco. El perfil social de las "memchistas" en provincias correspondía, en su mayoría, al de mujeres de clases bajas y sólo la mitad de las socias en general contaban con trabajo remunerado.

Pese a este éxito inicial, para la directiva no era posible reproducir la estructura del MEMCH de la capital en razón de importantes obstáculos ideológicos. En provincias, la posición de las mujeres era más tradicional, su aparición en asuntos públicos no era bien vista - salvo que se tratara de actividades religiosas y filantrópicas - el rechazo a posiciones políticas de izquierda y la desconfianza entre mujeres de distintas clases sociales era mayor que en la capital. No obstante estas restricciones, la tarea de los comités provinciales del MEMCH se concentró en actividades de capacitación de las mujeres, en campañas contra el alcoholismo, y a favor de la alfabetización y de la protección a la infancia.

El contacto entre memchistas capitalinas y provinciales fue una misión clave del periódico de la organización, La Mujer Nueva. También publicaciones de otras agrupaciones feministas como Acción Femenina y Nosotras, dirigidas por y hacia mujeres de clase media, estimularon una activa correspondencia entre mujeres de Santiago y de provincias tan lejanas como la de Magallanes. A través de artículos que revisaban el acontecer feminista nacional, de secciones como "consultorios jurídicos" y "nuestro buzón", diversas mujeres hicieron públicas cuestiones de orden familiar y económico en busca de consejos y apoyo.