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Vagabundos

El aumento de la población de mestizos libres durante el siglo XVIII y la racionalización productiva de las haciendas cerealeras, generaron una cantidad creciente de vagabundos. Estos deambulaban por el territorio, sobreviviendo a través del bandidaje o empleándose como peones de temporada.

Mario Góngora plantea que no existe una definición exhaustiva del vagabundaje, que pudiese ser aplicada a todas las sociedades y a todos los tiempos. Se trata, entonces, de un fenómeno que se presenta bajo las más diversas configuraciones históricas y de ahí el interés para el historiador. El vagabundaje puede asociarse al bandolerismo si es agresivo o a la mendicidad si es pacífico, aun cuando siempre adquiere sus características propias y supera tales categorías. En todo caso el vagabundaje siempre se asocia a la ociosidad popular y a las conductas malentretenidas. En Chile los grandes centros de atracción del vagabundaje eran los espacios fronterizos como la Araucanía y la Cordillera, ya que permitían amplios espacios de libertad al margen del Estado, la Iglesia y las haciendas.

El vagabundo chileno era hasta el siglo XIX un jinete. Necesitaba de un caballo ya fuese para fugarse o para arriar animales robados que luego vendía para conseguir su subsistencia. Por eso el vagabundaje marchó íntimamente ligado al cuatrerismo, sin el cual se convertía en mendicidad. Así, el robo de caballos era habitual entre los vagabundos. Los archivos judiciales muestran procesos por vagancia, ociosidad, borracheras, robos y pendencias contra gañanes u hombres de ocupaciones rurales. El bandidaje y la vida displicente y disipada eran, pues, características fundamentales de estos estratos sociales.