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Espacios de ocio y diversión

En el periodo finisecular, la lectura romántica y el intercambio epistolar eran intereses que las mujeres de elite desarrollaban en su tiempo libre. Sin embargo, las actividades sociales propias del esparcimiento burgués eran las más registradas en la época. Los tradicionales paseos al atardecer en carruaje por el Parque Cousiño, las carreras en el Club Hípico, la concurrencia a las óperas montadas en el Teatro Municipal y a los bailes de alta sociedad eran rituales acostumbrados.

Asimismo, el juicio a la apariencia era una constante inquietud entre las mujeres de elite; belleza, elegancia y distinción eran fundamentales. Hacia el siglo XX, este afán era un imperativo de la vida social, convirtiéndose en un tópico habitual de la prensa y las revistas de magazín como Zig-Zag, las que fomentaban el interés popular por la vida íntima de la elite.

En el ámbito privado, las distracciones de las mujeres de elite se concentraban en las visitas y recepción de amigas y parientes a la hora del té; en la celebración de veladas al son del piano y el canto y, las más ilustradas como Martina Barros de Orrego, lideraban tertulias nocturnas con grupos de selectos interesados en la actualidad y la literatura.

Asimismo, las mujeres de elite disfrutaban de las vacaciones en haciendas familiares o en balnearios como Viña del Mar, donde se trasladaba la alta sociedad capitalina, durante el verano.