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La virtud de las mujeres

En 1905, la Revista Católica publicó un cuento donde Laura, una de las protagonistas, relataba con gran pesar que su esposo la culpaba de las negativas conductas de sus hijos: el hijo era un despilfarrador vicioso y la hija derrochaba el capital familiar en vestidos opulentos y en actividades frívolas. Además, el marido le increpaba a Laura que si él no había sido buen ejemplo para sus hijos, ella era la culpable, pues su ejemplo moral había fracasado en la tarea de transformarlo. Esta historia no pretendía victimizar a Laura, sino demostrar que la virtud alojaba esencialmente en las mujeres, no en los hombres, y que la responsabilidad femenina era transmitirlo a su familia.

Aunque este relato provenía del sector más conservador de la elite y representaba una crítica al cambio de costumbres en la alta sociedad, en especial de las mujeres, se trataba de un ideal femenino que aún era ampliamente compartido.

La virtud femenina era una construcción cultural que apelaba a la conjunción de cualidades como abnegación, bondad, caridad, laboriosidad, discreción, sencillez, dulzura, pudor, recato y pureza, que alcanzaban su máxima expresión en el hogar. Si bien se sobreentendía que las mujeres nacían con estas virtudes, el papel de las madres era asegurar su reproducción en la enseñanza a sus hijas.