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ámbito sanitario

Algunas insignes damas de la oligarquía decimonónica como por ejemplo, Juana Ross, legaron buena parte de su patrimonio a entidades caritativas dedicadas a la asistencia de enfermos. Ross financió la actividad de sanatorios de tuberculosos, dispensarios, hospitales, entre muchas otras instituciones que no se circunscribían a la atención de dolencias físicas. En la misma senda trabajaron numerosas damas hacia fines del siglo XIX y los primeros de decenios del XX. Por ejemplo, Amalia Subercaseaux y Carmela Prado de Pinto, fundaron la Cruz Roja de las Mujeres de Chile y Ana Swinburn la Asociación de Señoras contra la Tuberculosis. Respecto a la asistencia sanitaria infantil, la obra de mayor repercusión fueron las Gotas de Leche del Patronato Nacional de la Infancia. En la ciudad se distribuían varios policlínicos y dispensarios que dependían de distintas congregaciones. Algunas de ellas eran las Hermanas de la Caridad de San Vicente de Paul a cargo de un dispensario y varios hospitales, o las Esclavas del Amor Misericordioso que atendían el Refugio de la Misericordia, destinado a enfermas aquejadas de males de trascendencia social, entre los cuales clasificaban la sífilis y la tuberculosis. Las señoras de la elite mantenían estrecho contacto con las congregaciones, integrando parte de los directorios de las instituciones y participando en la recaudación de fondos.