Subir

referentes musicales

La difusión de música tropical en Chile, materializada gracias a la oferta discográfica de grandes sellos estadounidenses como Odeón y RCA Víctor, se vio reforzada por las giras de artistas cubanos hacia el cono sur. A partir de 1942, la música afrocubana penetró con mayor ímpetu de la mano de los Lecuona Cuban Boys, quienes se presentaron en espacios musicales como el Teatro Caupolicán y el Tap Room de Santiago bajo la dirección de Armando Oréfiche. Esta orquesta-espectáculo destacó por sus rumbas, congas y boleros, géneros cuyo cultivo Oréfiche se empeñó en mantener, distanciándose de la moda del mambo. Años más tarde, a su regreso a Chile en 1951, el director debutó en la boîte Waldorf junto a los Havana Cuban Boys.

El suministro de bailes afrocubanos de moda, como el mambo y el chachachá, se vio potenciado por la llegada a Chile de los directores de orquesta Xavier Cugat en 1941 y, especialmente, de Dámaso Pérez Prado en 1953.

Xavier Cugat, violinista, arreglador y director de orquesta, nació en Cataluña pero vivió en Cuba desde los tres años de edad. Desde finales de la década del veinte, Cugat introdujo ritmos tropicales en Estados Unidos apoyado por la industria discográfica y cinematográfica. Durante la década de los treinta y cuarenta se transformó en el referente comercial más popular de la música latina, especialmente dentro de la comunidad estadounidense no-latina. Cugat fue considerado el maestro de la rumba-espectáculo.

Dámaso Pérez Prado, pianista, compositor y director cubano, fue el principal difusor del mambo desde 1949. Su primer éxito fue "Rico mambo", seguido por una gran cantidad de piezas muy populares como "Mambo Nº5", "Mambo Nº8", "Mambo en Sax", "Lupita" y "Pachuco". Las composiciones del llamado "rey del mambo" constituyeron parte esencial del repertorio de las orquestas chilenas de música tropical.

A partir de 1953 se formaron gran cantidad de orquestas chilenas de música tropical, influidas directamente por el estilo y repertorio de las bandas cubanas. En el plano local, su música empalma con la tradición de las orquestas de jazz chilenas, de las cuales conservan parte de su formato instrumental y algunas formas musicales del repertorio de jazz melódico y bailable, así como con la experiencia de las primeras orquestas argentinas de música afroamericana como Hawaiian Serenaders.

A lo largo de la década de 1950, continuaron desarrollándose con gran éxito las giras de exponentes de bailes afroamericanos como Havana Cuban Boys, Dolly Sisters y la Sonora Matancera.