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Residencia en la tierra

Durante su permanencia en Colombo, Neruda dedicó su tiempo a terminar el primer volumen de Residencia en la tierra. La escritura de esta obra lo mantuvo vivo y a salvo de la inercia y el vacío, sin embargo a ratos el trabajo se le hizo muy dificultoso. En ocasiones, la angustia y la fatiga lo sobrepasaba: "A veces, por largo tiempo, estoy así tan vacío, sin poder expresar nada ni verificar nada en mi interior, y una violenta disposición poética, que no deja de existir en mí, me va dando cada vez una vía más inaccesible, de modo que gran parte de mi labor se cumple con sufrimiento, por la necesidad de ocupar un dominio un poco remoto con una fuerza seguramente demasiado débil" ("Carta 11 de mayo, 1928". Pablo Neruda, Héctor Eandi: correspondencia durante Residencia en la tierra/ Margarita Aguirre (comp). Buenos Aires: Sudamericana, c1980. p. 33).

Pablo Neruda reconoció esta época como una de las más dolorosas de su poesía. La tristeza y soledad la volcó en la escritura de muchos poemas de Residencia: "Mi libro recogía como episodios naturales los resultados de mi vida suspendida en el vacío: "Más cerca de la sangre que de la tinta" (Confieso que he vivido. Barcelona: Argos Vergara S.A., 1980, p. 113).

Un primer manuscrito de Residencia se lo envió en 1930 a su amigo epistolar Rafael Alberti, con el objetivo de que éste lograra publicarlo en España. Alrededor de junio de ese año aún no recibía noticia de éste. Pronto supo que la empresa Editora Iberoamericana había quebrado y su libro estaba en manos de una señorita Alvear en París, quien publicó algunos poemas en la revista Imán.

Finalmente, el primer volumen de Residencia en la tierra fue publicado en Chile, en 1933, por la editorial de Carlos Nascimento. Esta primera edición de lujo -sólo se imprimieron cien ejemplares- reunió los poemas escritos entre 1925 y 1931.