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Expedición de Rodulfo Amando Philippi al Desierto de Atacama

Luego de trabajar como director y docente del Liceo Alemán de Valdivia y realizar varias excursiones al interior de la provincia, en 1853 Rodulfo Amando Philippi fue contactado por el gobierno de Chile para liderar la formación del Museo de Historia Natural e incorporarse el claustro académico del Instituto Nacional y de la Universidad de Chile. Tras su llagada a Santiago, el gobierno de Chile le encargó la realización de un viaje expedicionario a las regiones del norte, principalmente al Desierto de Atacama para que completara los estudios realizados previamente por Claudio Gay (1800-1873) en la década de 1830 y por Ignacio Domeyko Ancuta (1802-1889) a inicios de la década de 1840.

Aunque Philippi nunca mostró gran interés en recorrer esos territorios, igualmente aceptó el trabajo, pues señaló que le ayudaría a completar sus investigaciones sobre flora y fauna terrestre y marina, y, además, recolectar fósiles y objetos arqueológicos de los que había leído tanto en los trabajos de Gay como los de Domeyko. Un interés secundario por parte del gobierno, pero no menos importante, fue el de conocer el territorio en mayor detalle y así poder consolidar las fronteras nacionales con Bolivia y Argentina, estados que también tenían intereses en la zona, sobre todo en la denominada Puna de Atacama, junto con los recursos mineros de Atacama y Antofagasta. De hecho, el viaje de Philippi se realizó en un período en que los tres países se encontraban litigando por la definición de esas fronteras y las negociaciones eran cada vez más complejas y beligerantes.

El decreto del Ministerio de Hacienda que entregó esta tarea a Philippi fue expedido en noviembre de 1853, un poco después de que este se encontrara planificando sus clases de Historia Natural. La idea principal del gobierno era la acumulación de datos sobre la geología, los recursos minerales y la geografía detallada de toda la región de Atacama, además, se le entregó una suma de dinero que alcanzaba los cuatro pesos diarios y una suma extra para que conformara un equipo de trabajo que le acompañara en sus incursiones. En ese equipo incorporó a Guillermo Döll, con quien ya había recorrido la provincia de Valdivia, y a dos guías chilenos avecindados en Copiapó, recomendados por el médico alemán Carlos Segeth. La herramientas de trabajo para la expedición y posteriores trabajos de laboratorio los adquirió tanto en Santiago como en Valparaíso, antes de embarcarse hacia el norte (Barros Arana, Diego. El doctor Don Rodolfo Amando Philippi. Su vida y sus obras. Santiago: Imprenta Cervantes, 1904, p. 95-96).

Durante su expedición, sobre todo entre Copiapó y Paposo, puso énfasis en el análisis de la flora silvestre, en específico la que se podía ocupar como forraje para el ganado, además de buscar fuentes de agua que facilitaran el asentamiento humano, de lo que dio cuenta en su texto, con apuntes bastante pesimistas. Aunque escribió sobre los grupos atacameños que lo habitaban y de varias faenas mineras, para Philippi, dichas faenas se encontraban bastante atrasadas tecnológicamente y tenían muy poco abastecimiento desde el centro del país, por lo que era muy difícil mantener esos u otros asentamientos de cualquier industria durante un período extenso, sin sujetos adaptados o acostumbrados a las condiciones excepcionales del lugar, que consideraba un descampado que pocos humanos podrían habitar.

El recorrido de Philippi fue de sur a norte, desde Chañaral a las Ánimas por la costa, y desde allí hacia los yacimientos mineros del interior. Visitó territorios como Pan de Azúcar, los yacimientos salitreros al interior del puerto de Taltal, Punta Grande y Paposo, Chachiyuyal, Cachinal de la Sierra, entre otras caletas y pueblos mineros que explotaban cobre. Luego emprendió el viaje por tierra hasta San Pedro de Atacama, entonces territorio boliviano. El viaje de regreso lo realizó por tierra hasta Copiapó, para embarcarse luego con rumbo a Valparaíso (Bruna, Augusto y Larroucau, Andrea. "La epopeya de un sabio: Rodulfo Amando Philippi en el Desierto de Atacama". En Philippi, Rodulfo Amando. Viaje al desierto de Atacama. Santiago de Chile: Cámara Chilena de la Construcción: Pontificia Universidad Católica de Chile: Dirección de Bibliotecas Archivos y Museos, 2008).

El texto definitivo, editado primero en Alemania y luego en Chile en 1860, estuvo conformado por nueve capítulos dividido en cuatro partes: pormenores del viaje por el desierto (capítulos uno al seis); observaciones meteorológicas, geológicas, hidrográficas y geográficas (capítulo siete); zoología (capítulo ocho); y flora del desierto (capítulo nueve y final). En el prólogo del libro, Philippi declaró que su intención era complementar las colecciones que ya había estudiado en el Museo con las que iba a recolectar en el viaje. Señaló que su intención era realizar una exploración lo más científica posible y eximió de ella todo comentario u observación personal y subjetiva, con lo que pretendió no solo dar a conocer el paisaje, flora, fauna y minerales del desierto a partir de su relato, sino que también conformar un cuadro estadístico del mismo, con lo que complementó el contenido de los textos que pudo leer en la biblioteca de la Universidad, previo a su viaje. El texto fue acompañado de grabados y también de un mapa del desierto.

Si bien el texto en español tuvo un gran recibimiento entre intelectuales, políticos y empresarios del país, recibió también críticas. La más importante fue la de José Victorino Lastarria (1817-1888), quien, al leerlo reprochó la forma explicativa y de redacción de Philippi e interpretó que había cumplido con su tarea científica, pero que no entregaba mayores detalles para el avance económico del país. Tras estas críticas de Lastarria, enviadas al consejo de la Facultad de Humanidades de la Universidad de Chile, Philippi entregó su respuesta recordando la memoria de su autoría publicada a fines de 1854 en el periódico El Araucano, titulada Memoria sobre la exploración del desierto de Atacama, en la que Philippi entregó mayores detalles sobre las posibilidades económicas en el desierto (Bruna et. Al., p. 34-35).