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durante la década de los '90

Pluma y Pincel enfrentó la década de los '90 con la convicción de presentar una convocatoria al debate plural, amplio y respetuoso, que a vista de su director Francisco Herreros, el país necesitaba con urgencia: "Empuñamos resueltamente la bandera del cambio social estructural, lo que nos sitúa de un modo inequívoco en la izquierda del espectro político convencional. [...] En este sentido, aspiramos a contribuir en la reconstrucción de un modelo de desarrollo para todos y un proyecto de sociedad a escala humana, donde cada uno de nosotros tenga un espacio en plenitud de derechos y un papel activo y conciente que desempeñar" (Pluma y Pincel, 1992 nº 147, p. 2). A su vez, el trabajo de Fernando Quilodrán como editor de Cultura situó a Pluma y Pincel como uno de los principales medios escritos dedicados al pensamiento social y artístico de nuestro país, generando un espacio para el diálogo, el conocimiento y la creación en el mundo de la cultura y las ciencias.

Luego de una pausa de más de un año, la última etapa de Pluma y Pincel en el siglo XX estuvo a cargo de Volodia Teitelboim, alcanzando a circular ocho números.