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Reducido número de instituciones

Para la inmensa población femenina pobre, excluida de las prestaciones que recibían las madres aseguradas por la Caja de Seguro Obrero Obligatorio, el Estado dispuso de algunos consultorios que dependían de la Dirección General de Sanidad, y también encontraron asistencia en maternidades a cargo de la beneficencia pública, y en la Universidad de Chile, en la Escuela de Obstetricia y Puericultura. Además las madres pobres contaban con la oferta de la caridad privada, que operaba desde principios de siglo con obras dirigidas al lactante como las Gotas de Leche. En lo sucesivo también los privados ampliaron sus servicios a las madres, con algunas pocas instituciones que supervisaban el embarazo, albergando a las madres, entre otras prestaciones. No obstante, en conjunto, esta atención sanitaria y social fue muy reducida y de escasa cobertura.

En la década del treinta, los asilos de la capital que recibían a madres solteras eran el Refugio del Amor Misericordioso de la Cruz Blanca, el Asilo Maternal del Patronato Nacional de la Infancia, y el Asilo San Francisco de Regis. La Caja de Seguro Obligatorio también instauró un establecimiento para sus aseguradas solteras, y creó, después de 1936, la Casa de la Madre.