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Jacinto Chacón (1820-1898)

Jacinto Chacón Barry nació en 1820. Sus padres fueron Pedro Chacón Morales, regidor y diputado, y Concepción Barry. Se licenció de abogado en 1843, se desempeñó como pedagogo, y fue un activo poeta y polemista.

Colaboró con varios periódicos de la época, como El Crepúsculo, fundado por Lastarria, y El Semanario, dirigido por Francisco Bilbao, así como con la Revista de Santiago, la Revista de Valparaíso y la Revista Sud-América. Además, fue redactor de El Mercurio, y director la Revista del Pacífico durante la primera mitad de 1860.

Se relacionó con la mayoría de los intelectuales y escritores de la época, tanto en Chile como en el resto del continente y formó parte del movimiento literario de 1842. Junto a su hermano Andrés, fue uno de los impulsores de la Sociedad de Amigos de la Ilustración.

Pese a manifestar su confianza en el progreso, la razón y la civilización, mayor fue su fe religiosa, hasta el punto de que, en 1845, resolvió enclaustrarse en Santo Domingo para estudiar teología. La relación entre el progreso y la fe, la Iglesia y el Estado serán, en efecto, tópicos que cruzarán su escritura hasta el fin de sus días.

Publicó pocos libros de poemas, entre los cuales se cuentan Mis delicias en el campo, en las estaciones: fragmentos poéticos en 1844 e Hymne a Kossuth, una traducción de un conjunto de sus poemas en 1850. Además, Chacón solía incluir poemas en escritos de otra índole, como discursos o escritos historiográficos, o bien, sueltos en diarios y revistas. Cabe destacar entre ellos La fe sobre los montes, un poemario por encargo, que él mismo reescribió en clave satírica bajo el título La fea sobre los montes.

Fue profesor en las asignaturas de Oratoria sagrada en Santo Tomás de Aquino y en la Merced, así como profesor de literatura e historia en el Instituto Nacional. Esta labor lo llevó a publicar varios volúmenes de enseñanza: Curso de elocuencia sagrada, Historia de la literatura antigua y moderna, Introducción al estudio de la historia y La Europa después de su última revolución, donde comenta la situación del Viejo Continente después de la Revolución Francesa, a partir de ciertos escritos esotéricos -una profecía y el mismo Apocalipsis-, que dan al libro un tono fantasioso y extravagante. En 1859 publicó Bosquejo histórico de las primeras campañas de la Independeciai, un libro con ánimo polemista más que pedagógico.

En 1851 se fue a Concepción y, hacia fines de ese mismo año, se instaló en Valparaíso, donde impulsó la fundación del Liceo de Valparaíso, colaboró y dirigió la Revista del Pacífico y se desempeñó como redactor de El Mercurio. "El desenlace de Loncomilla le inspiró editoriales empapadas en ideas de clemencia y concordia. Censuró una comida dada a Blanco Encalada con ocasión de aquella lucha fratricida" (Figueroa, Virgilio. Diccionario histórico, biográfico y bibliográfico de Chile, tomo II), razón por la cual tuvo que dejar el diario porteño.

Desde 1861 y durante veinte años publicó tres volúmenes con comentarios sobre el Código Civil, titulados Exposición razonada del Código Civil y Estudios comparativos. En 1883 salió electo diputado por San Felipe, y ese mismo año y el siguiente publicó La Iglesia y el Estado y Estudios de la ley de elecciones.

En 1874 se casó con la poeta Rosario Orrego y en su casa se educó el que después llegó al almirantazgo de la Armada, Luis Uribe. A pesar de que no quiso inmiscuirse en los sucesos políticos de 1891, sus inclinaciones balmacedistas sirvieron de asidero para que su hogar fuera profanado después del triunfo de la revolución.

Al final de su vida, radicado en Santiago, se dedicó a los estudios religiosos y publicó El catolicismo de la Edad Media, donde expone un camino para la necesaria reforma del catolicismo y critica la postura más dura de la Iglesia que ha llevado a cometer injusticias en contra de escritores, intelectuales y artistas; y El catolicismo del Evangelio. Tal vez una de las frases que encierra su pensamiento se encuentra en el segundo de los apéndices de Los hugonotes o la reforma en Francia de 1895: "la lucha entre el espíritu eminentemente moral del Evangelio y el espíritu esencialmente místico de la Edad Media, encierra una cuestión social en permanencia para los países latinos" (p. 303).