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vida de mujer soltera

Bajo el seudónimo de Violeta Quevedo, Rita Salas Subercaseaux retrató las costumbres de un segmento particular de mujeres chilenas en el primer cambio de siglo de la República. Se trata de aquellas mujeres de familia tradicional, de edad madura y sin hijos, conocidas coloquialmente como "solteronas".

Como se aprecia a lo largo de la obra de Rita Salas, habitualmente estas mujeres compartían su condición de soltería con una hermana muy cercana en edad. En su caso, no solo tenía el mismo domicilio que su soltera hermana menor Clara -llamada "Sofía" en sus crónicas-, sino que también compartían cada una de sus actividades sociales, viajes e incluso rutinas personales, como la misa diaria y las frecuentes citas médicas. Tanta era la cercanía entre las hermanas, que se las conocía como "la Clara y la Yema", en alusión al nombre de la menor de las Salas Subercaseaux.

Esta cercanía se debió también al desamparo material y familiar en el que vivían ambas. A pesar de estar emparentadas directamente con personalidades santiaguinas de la jerarquía eclesiástica, del poder político, de la Corte Suprema y también con corredores de bolsa y bancarios que les proporcionaban ayuda financiera, tras la muerte de Anita -su madre- en 1935, con 52 y 50 años de edad respectivamente, las hermanas Salas Subercaseaux perdieron la casona familiar en la esquina de las calles Dieciocho y Olivares, en Santiago, y vivieron temporalmente en diversas pensiones, casas de familiares y conventos. Ricardo Latcham, escritor coetáneo a ellas, las describía como "mujeres de vestimentas extravagantes, evaporadas, flacas y chicas" (Calderón, Alfonso. "Violeta y sus embrollos", Hoy (201): 26, 27 de mayo, 1981), que sin embargo realizaban los más diversos viajes turísticos y de veraneo, por prescripción médica o por invitación de sus parientes.

La posibilidad de que dos mujeres solteras del Chile de principios de siglo XX vivieran entre viajes de lujo pese a la total carencia de bienes o ingresos económicos es lo que Rita Salas, bajo el seudónimo de Violeta Quevedo, se propuso explicar a través de la singular expresión de religiosidad en su obra. Se trata del mismo fervor católico que llevó a Vicente, su hermano mayor después de María Teresa, a rezar en voz alta ante los altares de las iglesias y a organizar periódicamente procesiones cantadas por las calles de Santiago.

El nomadismo de las hermanas Salas Subercaseaux finalmente tuvo consecuencias sobre la salud de Clara, quien murió en 1954. Luego Rita, ya reconocida como la escritora Violeta Quevedo, dejó este mundo en Santiago, en 1965.