Tradicionalmente las familias de la aristocracia santiaguina acostumbraban a viajar a sus fundos durante el verano, tanto para supervisar las labores de cosecha como para descansar de la vida citadina. Estas instancias no eran solo un punto de sociabilización sino también una oportunidad de concretar alianzas políticas, acuerdos económicos, políticos y concertación de matrimonios. Paseos y excursiones eran algunas de las actividades que se realizaban tradicionalmente.

Hacia fines del siglo XIX, el surgimiento de balnearios como Viña del Mar y posteriormente Cartagena, creó una nueva forma de sociabilidad al interior de la élite dirigente. Las familias adineradas comenzaron a asistir a estos nuevos lugares de descanso que también servían para potenciar los lazos entre ellas. La práctica de bañarse en el mar, una actitud tradicional en nuestros días, no era común a comienzos del siglo XX en que las personas simplemente se sentaban a observar el ir y venir de las olas y a caminar por la orilla del mar.