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Underground

Mario Maffi, en su libro La cultura Underground (Barcelona: Edit. Anagrama, 1972) señala que el término se difundió desde los primeros años de la década de 1960 con una connotación de lo irregular, clandestino y hasta conspirativo. Con el tiempo, el significado se extendió para identificar una parte de la subcultura juvenil (aunque no exclusivamente) que indicaba una nueva sensibilidad y una cultura alternativa reflejada en sus espacios y productos sociales y culturales.

En este sentido, el underground constituyó una de las formas recurrentes en el desarrollo del rock chileno. A lo largo de toda su historia, grupos y solistas han creado e interpretado desde espacios y recursos mínimos, interesantes manifestaciones musicales que, en ocasiones, han trascendido hacia la industria cultural y se han constituido en manifestación masiva.

Sobre todo desde la década de 1970, el underground fue el sitio desde el cual se construyó gran parte de la cultura rock chilena. Lugares como El Trolley, el Garage de Matucana o La Caja Negra, y espacios como estadios y gimnasios comunales, acogieron a manifestaciones que incluían hard rock, heavy metal, punk, trash, y otros subgéneros. Conjuntos como Tumulto, Los Vinchucas (después llamados Los Prisioneros), Electrodomésticos, Feed Back, Los Jorobados, Los Fiscales Ad-Hok y muchísimos más, desarrollaron gran parte de su carrera musical -y en ocasiones, la totalidad de ésta- en ese ambiente. De hecho, gran parte del movimiento punk chileno, de fuerte expresión en la década de 1980, tuvo en el underground su referente.

El underground frecuentemente ha entrado en conflictos con el sistema establecido: negaciones de permiso para tocar música, persecuciones policiales o escarnio público no son ajenos a su naturaleza. Sin embargo, al estar desligado de las exigencias que el mercado presenta, desde su seno se han generado algunas de las manifestaciones musicales más interesantes y originales de la escena artística nacional.