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estudios araucanos

En el ámbito de la descripción de las lenguas indígenas, Rodolfo Lenz fue el primer estudioso que proporcionó documentos fiables y de carácter científico para la descripción de la lengua mapuche.

Tal como señala el propio autor en Estudios araucanos: materiales para el estudio de la lengua, la literatura i las costumbres de los indios mapuche o araucanos (1895-1897), la investigación de esta lengua estaba motivada por el interés en "el desarrollo especial que el castellano ha sufrido en boca del pueblo bajo de Chile". Por eso, Lenz afirma que "tenía que procurarme de conocimientos de la lengua indíjena para averiguar si acaso este desarrollo se debía en parte a influencias ejercidas por el idioma de los aboríjenes del país" (p. III). Los materiales disponibles hasta entonces para el estudio del mapudungún adolecían de escaso rigor científico y notables falencias metodológicas: tanto las obras de Andrés Febrés, Luis de Valdivia y Bernardo Havestadt que versaban sobre la materia se valían de conceptos heredados de la gramática latina, que no resultaban pertinentes para el análisis de las lenguas amerindias. La aproximación de Lenz, en cambio, es coherente con los principios adoptados por la lingüística moderna: "Las descripciones de las articulaciones son exactas, y los símbolos que usó para representarlas, sencillos y funcionales. De hecho, su alfabeto fonético constituyó la base de los empleados por araucanistas posteriores" (Sánchez, Gilberto. La contribución del Dr. Rodolfo Lenz al conocimiento de la lengua y cultura mapuche, pp. 284-285).

El primer contacto que tuvo Rodolfo Lenz con la lengua mapuche se verificó en Collipulli, en el año 1891, tan solo un año después de haber llegado a nuestro país. Luego, desde 1894 a 1897 efectuó diversas visitas a la zona, durante las cuales recogió documentos que le permitieron construir un extenso corpus. A partir de este, Lenz pretendía elaborar una gramática de la lengua mapuche basada en datos empíricos y no una homologada a las gramáticas de idiomas europeos. Esta preocupación por consignar los rasgos de un idioma de manera fidedigna se explica por el valor que la filología de la época otorgaba a la gramática de una lengua, en cuanto reflejo del alma de un pueblo y huella de la génesis del habla humana, tal como lo expresa en Los elementos indios del castellano de Chile (1912) y Un diccionario araucano (1917).

Si bien los documentos legados por Lenz son de una gran calidad y se constituyen en lectura obligada para cualquier persona que quiera estudiar la lengua mapuche, no están exentos de cuestionamientos por parte de la crítica especializada actual. En efecto, en el artículo citado, el lingüista Gilberto Sánchez advierte -entre otras prevenciones- que Lenz contó solo con un informante para cada dialecto.