Los dramaturgos de la generación del 50, especialmente Sergio Vodanovic, en su constante cuestionamiento de la clase burguesa, suelen construir personajes que se encuentran ante una coyuntura crítica en la que deben decidir entre mantenerse fieles a sus ideales, o bien transarlos para adaptarse a la sociedad y asegurar poder y bienestar. El crítico Juan Andrés Piña reflexiona: "En este sentido, la visión del autor es que cuando se impone una tesis, cuando un movimiento gana sus propuestas, este triunfo llevará aparejada, necesariamente, la corrupción y la deslealtad al ideal que los inspiró. De ahí que en estas obras las luchas de los protagonistas sean individuales, personajes prácticamente solitarios que se marginan y cuyo mensaje queda agitándose como una acusación al colectivo que se acomodó a las formas de uso… En toda esta maraña de transacciones e hipocresías, solo parecen salvarse algunos personajes puros, pero que al final son siempre sacrificados" (Piña, Juan Andrés. "Los ideales y la traición". El Mercurio, 18 de febrero, 2001, p. E2).