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Camino del Ñielol

Mario Ferrero señala que: "cuando el surrealismo comenzó a hacerse automático y adhirió a una revolución política de café que Teófilo Cid no compartía, se desligó de los surrealistas y se acercó al creacionismo de Huidobro y a la poesía ontológica de Eduardo Anguita, pero, entre una y otra experiencia, siempre buscó la singularidad, la expresión personal, el mundo mágico y misterioso de los sueños y de sus extrañas apetencias culteranas" (Ferrero, Mario. "Teófilo Cid a los treinta años de su muerte", Pluma y Pincel, (169): 45, 1994).

En este alejamiento, Teófilo Cid reflexionó mucho acerca de su generación y compartió con Huidobro el rechazo al surrealismo. Estas ideas las dio a conocer en artículos publicados en el diario La Nación: "Huidobro no tan sólo fue surrealista, sino que, además, repugnó siempre los dictámenes propuestos por Bretón. Recuerdo haberle oído muchas veces que el surrealismo, lo que llamábamos nosotros poesía del terror en la revista Mandrágora, era tan démode de esencia tan anticuado, como el propio romanticismo" (Montes, Hugo. "¡Hasta Mapocho no más!", El Mercurio, 7 de noviembre, 1976, p. 5).

Su proceso de ruptura lo expresó en su libro de poemas Camino del Ñielol, publicado en 1954. Este libro fue para él un nuevo camino: "este libro se compone de un solo poema de mil versos. Trata, precisamente mi propia travesía literaria desde el Surrealismo a esta nueva conciencia subjetiva que yo denomino "realismo mágico". Creo en un retorno de la poesía al realismo, pero no al realismo de los poetas socialistas. Camino del Ñielol es, en cierto modo, una autobiografía ideológica. Por ello, el poema comienza con versos surrealistas, en estado automático y sin puntuación, y en la última parte concluye con rima y termina con una cuarteta dentro de los moldes clásicos. Es un poema narrado en primera persona. El tema es el siguiente: un individuo se observa en el espejo, en un cuarto de hotel. La imagen que le devuelve el espejo le hace evocar el rostro de su padre, y a través de este va descubriendo los rasgos de sus antepasados. Es una sumersión hacia atrás, hacia la raza misma, pero no una raza indígena, sino hispanoamericana. En otras palabras, habiendo sido yo siempre un poeta afrancesado y europeizante, termino evocando el cerro Ñielol de mi infancia que fue el mismo cerro de Neruda, de Juvencio Valle y de Seguel y, sobre todo, del poeta que fue como el padre de todos nosotros: Augusto Winter" (Espinosa, Mario. "El mes de los libros").

Con Camino del Ñielol, Cid marcó un cambio poético. Según él, esta evolución propia fue, a pesar suyo, con diez años de retraso: "El surrealismo hizo crisis el año 39, cuando estalló la Segunda Guerra Mundial y cuando André Bretón, su fundador, se trasladó a USA, donde la escuela llegó a ser tan inoperante que la vieja aspiración surrealista de llegar a la liquidación de las formas morales fue abandonada. Es la tragedia de todas las escuelas poéticas que después de haber sido movimientos vitales se transforman en fórmulas académicas. En Santiago, el Surrealismo culminó con la exposición internacional de poesía y pintura en la fenecida sala Dédalo, organizada a raíz del primer viaje de Roberto Matta a Chile. Pero la crisis que tuvo lugar en Europa el 39, vino a repercutir en mí diez años después, cuando comprendí que había que superar el Surrealismo por una nueva conciencia poética" (¡Hasta Mapocho no más! Santiago: Nascimento, 1976. p. 236).