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Aplausos para la memoria (1998)

Aplausos para la memoria es un recorrido a través de la historia personal de la autora y de la poesía chilena. Entre el nacimiento y la muerte se entrecruzan listas de poetas bajo el título "Poesía para cerrar el milenio", divididos en dos grupos: "Al ritmo de los sesenta" y "La voz de los ochenta", entre los que se cuenta la propia autora. En "Mandala" el hablante lírico reflexiona escéptico sobre el paso del tiempo a partir de los 40 años: "Nadie sabe qué espera en qué futuro/ si hay futuro/ cenizas, sombra y sólo sombra/ sobre figuras de barro" (Aplausos para la memoria. Santiago: RIL, 1998, p. 37). Mientras, en "A siglo muerto milenio puesto" imagina una cápsula del tiempo para enviar recuerdos del presente a una galaxia desconocida. Desde los poemas de Catulo hasta la cera depilatoria, pasando por un Quijote ilustrado, la Biblia y discos de los Beatles y de Silvio Rodríguez, todos tienen cabida en la ecléctica valija.

"Anuario 1972" cierra el opúsculo. Es un poema en prosa que con el subtítulo de "Las que íbamos a ser reinas" recorre los años escolares de la autora en un colegio de monjas. El final del poema es categórico y algo trágico, puesto que corrobora la expulsión desde el paraíso terrenal de los años juveniles:

"¿Dónde estaría la Divina Providencia cuando salimos del colegio? Abandonadas por el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. ¿Por qué, por qué? Triple salto mortal con redoble de tambores y pasamos a 1973.

De ahí en adelante todo lo que ya se sabe. Crecimos de Golpe y Porrazo. No fuimos reinas, pero nos hicimos mujeres. No fuimos jóvenes para siempre, pero aprendimos a palos cómo hacernos adultas y pasamos capeando el temporal de esos años negros que se nos vinieron encima, cada cual su temporada en el infierno, sinopsis del Apocalipsis.

Las ilusiones se fueron al diablo, y sin entender muy bien lo que pasaba, nosotras las que íbamos a ser reinas, salimos expulsadas como bestias del paraíso".

(Aplausos para la memoria. Santiago: RIL, 1998, p. 64-65)