Subir

narrativa chilena sobre inmigrantes

La narrativa sobre inmigrantes en Chile pone de manifiesto un choque entre dos culturas. En general, el anhelo de los inmigrantes "ha sido encontrar tanto el progreso material como la tranquilidad espiritual. En la búsqueda de estos horizontes, [...] han debido sopesar además situaciones políticas, sociales, económicas, religiosas, de sus respectivos terruños" (Samamé, María Olga. "Transculturación, identidad y alteridad en novelas de la inmigración árabe hacia Chile", pp. 51-52). Las novelas que representan este proceso de inmigración abordan el impacto del contacto con una sociedad y paisaje extraños, la crisis que este trae consigo y la necesidad que a menudo aflora entre los sujetos de reivindicar el origen, regresando al país de los ancestros. Rodrigo Cánovas, por ejemplo, trabaja un amplio corpus de novelas sobre la narrativa de inmigrantes judíos y árabes: "Revisando los relatos de inmigrantes más recientes, hemos reconocido que una forma habitual de contar una historia es desde el diseño de un árbol genealógico" ("Los retos de la memoria en la narrativa finisecular judío-chilena" p. 10).

Pedro Pablo Guerrero sostiene que no son pocos los escritores chilenos con ancestros judíos que han buscado "las fuentes de su pasado inmigrante: Efraín Szmulewicz, Sonia Guralnik, Ariel Dorfman y Volodia Teitelboim" ("Pasos perdidos", p. 8). Dentro del extenso número de novelas con temática judía destaca Por el ojo de la cerradura, de Jorge Scherman, la cual, con una familia judía emigrante como eje, transita desde Moldavia a Buenos Aires y, luego, hasta Santiago de Chile.

También cabe mencionar Las jaulas invisibles, de Ana Vásquez, novela que presenta dos migraciones: una de judíos a Chile a comienzos del siglo XX, y otra de dos familias campesinas a la ciudad, a mediados del mismo siglo. En ella, Mariana, la protagonista de las primeras migraciones, recuerda la hostilidad con que es recibida en el colegio, donde sus compañeros la someten a la ley del hielo al descubrir que es judía: "Porque eres judía, y los judíos son una raza asesina" (p. 214).

Por su parte, Poste restante, de Cynthia Rimsky, es una novela que propone una "profunda reflexión sobre la condición humana [...] de un modo personal y afectivo: se exponen las heridas, se antepone la fortaleza, se muestran las debilidades" (Cánovas, Rodrigo. "Saga judía" p. 10). Su autora es una "observadora sutil, amena y deliciosamente irónica, [...] una viajera ilustrada que siempre tiene en la punta de la lengua una referencia oportuna a Lawrence Durrell, Walter Benjamin o Jean Potocki" (Guerrero, Pedro Pablo. "Pasos perdidos", p. 8). Procedente de una familia de inmigrantes, la narradora decide ir en busca de su origen, itinerancia que la lleva a transitar por Gran Bretaña, Israel, Egipto, Chipre, Grecia, Turquía, Polonia y Austria, y de esta forma reconstruir una bitácora genealógica con fragmentos de textos, listas de objetos que despiertan evocaciones, mapas, cartas y fotografías.

Otras novelas que trabajan esta temática son Donde mejor canta un pájaro de Alejandro Jodorowsky, Sagrada memoria de Marjorie Agosín, y Para siempre en mi memoria, de Sonia Guralnik.

Por su parte, el "desarraigo, añoranza, marginación, adaptación, inserción e integración" que han experimentado los inmigrantes árabes en Chile, "han motivado a escritores chilenos de origen árabe, o sus descendientes, a recrearlos en su novelística" (Samamé, María Olga. Op. cit., p. 54). Un ejemplo de ello es El viajero de la alfombra mágica, de Walter Garib, "una verdadera saga narrativa del mundo árabe avecinado en la parte sur de América morena" (Rojas, Wellington. "Walter Garib y un viaje mágico hacia sus ancestros", p.3). Destacan también Memorias de un emigrante, de Benedicto Chuaqui, y Peregrino de ojos brillantes, de Jaime Hales.

Otra novela de inmigrantes, esta vez provenientes de Grecia, es El viajero de las cuatro estaciones (1989) de Miguel Littin, la cual presenta el viaje desde la memoria, en el umbral entre la vida y la muerte, de Kristo Kukumides. Narra el abandono durante su infancia, su paso por un monasterio entre los 15 y 25 años de edad y la posterior travesía en barco por el gran océano hacia América. Su nieto, Miguel Ernesto -Littin- recuerda el minuto en que vio pasar el cortejo tras el cadáver de su abuelo, en Palmilla.

El recuerdo de un lugar propio y desconocido, que es el del origen, sumado al desarraigo vivenciado en un país ajeno, marca las pautas de la narrativa de inmigrantes del siglo XX.