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Llegó al territorio nacional

Aunque el vino tiene una antigua data en la historia mundial, llegó a los territorios americanos junto con los conquistadores españoles. Diversas fuentes señalan que fue Francisco de Caravantes quien habría encargado al comerciante naviero Bartolomé Terrazas traer vides desde las Islas Canarias, las cuales fueron introducidas y cultivadas exitosamente por primera vez en Perú.

El mismo año en que se fundó Santiago de Nueva Extremadura, en las actas del Cabildo de Lima se señala un litigio por el precio de las uvas.

Los primeros años luego de la fundación de Santiago, el vino escaseó de tal manera que no se pudieron cumplir con los oficios religiosos durante algún tiempo. Esta bebida fue tan importante, que cuando Michimalonko asaltó y destruyó la ciudad, Inés de Suárez se preocupó de rescatar dos botijas para poder realizar la misa; en tanto se esperaba un barco del Perú que traía arrobas de vino a 70 pesos cada una.

Abundan testimonios de cronistas, desde los primeros años de la colonia, acerca de la calidad del vino producido en Chile. Gerónimo de Vivar, compañero de Pedro de Valdivia, en su Crónica y relación copiosa y verdadera de los reinos de Chile señala: "...hay viñas y en ninguna otra parte de Indias se ha dado de tan buena uva como en esta tierra; se hace muy buen vino...". Por su parte, Miguel de Olivares comentó al respecto: "... el de la ciudad de Concepción no sólo es de mejor calidad que los demás de Chile y de toda América, sino que no conoce ventaja a alguno de los suaves y generosos del mundo...". También se registran testimonios que hacen referencia al fuerte sabor a cuero que adquirían estos mostos al ser trasladados en odres de ese material.