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Primaria chilena durante gran parte de los siglos XIX y XX

Las escuelas normales tuvieron durante el siglo XIX e inicios del siglo XX un plan de estudios de tres años que incluía materias como: Métodos de enseñanza mutua y simultánea, lectura y escritura, dogma y moral religiosa, aritmética comercial, gramática y ortografía castellana, geografía descriptiva, dibujo lineal y nociones generales de historia general y de Chile. Los requisitos de ingreso eran: tener más de 18 años, saber leer y escribir, y acreditar "buena conducta, decidida aplicación y pertenecer a una familia honrada y juiciosa".

La instrucción era gratuita. Es más, los estudiantes tenían una beca otorgada por el Estado de 100 pesos, para satisfacer las necesidades de comida y vestuario. Ello significó la integración al sistema de personas de escasos recursos, que veían en el oficio de profesor una herramienta de ascenso social. En ello contribuía también el compromiso estatal de un contrato de siete años; esta garantía de empleo además tenía como objetivo garantizar la dedicación del maestro a su oficio, retribuyendo así la inversión realizada. Fue así como en 1845 egresó la primera generación de once profesores normalistas.

En 1849 se puso en práctica una propuesta de Domingo Faustino Sarmiento para la modificación de los planes de estudio, en que se incluyeron asignaturas como: historia universal, agricultura, música vocal, geometría, correspondencia epistolar, pedagogía, francés, elementos de cosmografía, geografía física, historia santa y fundamentos de la fe.

Hacia el final del siglo fue José Abelardo Núñez, desde su cargo de Inspector General de Educación Primaria, quien dio una organización definitiva al sistema.

El año 1902 Chile contaba con seis escuelas normales: tres para hombres -en Santiago, Chillán y Valdivia- y tres para mujeres -en La Serena, Santiago y Concepción-.