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Nuevo Cine chileno

Como todo movimiento cultural, el denominado Nuevo Cine chileno tiene muchos afluentes. En su nombre se advierte una sincronía con otras ramas de la cultura nacional de la década de 1960, la Nueva Canción chilena, y con símiles de otras latitudes, como el Cinema Novo brasileño. Efectivamente, este movimiento de cineastas chilenos de izquierda no se entiende si no se conecta con la bullente realidad social y política del continente americano. Se dice que el movimiento tuvo su acta de nacimiento en el Festival de Cine de 1967 en Viña del Mar, porque antes de eso los diversos cineastas no habían articulado seriamente entre sí los diversos recorridos cinematográficos que venían haciendo en el cine documental. El festival permitió no sólo juntar a los diversos cineastas chilenos, sino que a gran parte del medio latinoamericano. Las conclusiones sacadas del encuentro se pueden resumir en tres puntos fundamentales:

1) Desarrollar una cultura nacional anti-colonialista

2) Abordar los conflictos sociales para concientizar a las masas

3) Actuar con una perspectiva continental.

En Chile los mayores intérpretes de esas premisas fueron Miguel Littin, Helvio Soto, Aldo Francia y, en un estilo más corrosivo, Raúl Ruiz, además de los documentalistas Pedro Chaskel y Patricio Guzmán. Sin embargo, el Nuevo Cine chileno no fue sólo declaraciones y aspiraciones de poder, ya que produjo grandes obras que tuvieron mucha repercusión en su época, logrando intervenir en el panorama cultural nacional. Las obras que tuvieron mayor impacto social fueron El Chacal de Nahueltoro (Miguel Littin), Valparaíso mi amor (Aldo Francia) y Caliche Sangriento (Helvio Soto), las que en mayor o menor medida remecieron a la opinión pública. La película de Soto fue prohibida durante unas semanas por el Gobierno de Eduardo Frei por presiones del Ejército. Durante la Unidad Popular la mayor parte de estos cineastas se dedicaron a la producción de documentales encargados por algún organismo gubernamental o partidista, a excepción de Francia y Soto que siguieron trabajando en el terreno de la ficción, siempre narrando el Chile en movimiento. Muchas de las obras filmadas durante el gobierno de la Unidad Popular, a raíz del golpe de Estado de 1973, no serían terminadas en Chile sino en el extranjero, como La Tierra Prometida de Miguel Littin o La Batalla de Chile de Patricio Guzmán. Con el exilio masivo de cineastas no murieron las premisas originales del Nuevo Cine, sin embargo estas serían reinterpretadas en el cine de exilio, ya sea en formato de denuncia, apuntando directamente a la represión del régimen militar, o bajo el sentimiento de la nostalgia por la revolución truncada.