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sustrato indígena

La dieta que mantenían los pueblos aborígenes a la llegada de los conquistadores era rica en productos vegetales. Los principales cultivos alimenticios fueron el maíz, los porotos y las papas, que incluso crecían abundantemente en forma silvestre. Además de esta trilogía de alto valor nutritivo y densidad energética, consumían una amplia variedad de plantas autóctonas, entre las cuales destacan el zapallo, la quínoa, el ají, los frutos del algarrobo (Prosopis chilensis), del arrayán (Luma apiculata), el maqui (Aristotelia chilensis), el quilo (Muehlenbeckia hastulata) y la frutilla (Fragaria chiloensis, de fruto blanco). El pehuén, fruto de la araucaria (Araucaria araucana) constituyó el principal sustento del pueblo mapuche, que lo utilizó para la fabricación de sopas, tortillas y bebestibles.

El consumo de carnes era infrecuente, por cuanto dependía de la caza ocasional de alguna especie salvaje, como el guanaco. En cambio, la ingesta de productos marinos era usual, no solo entre las comunidades costeras, que extraían "congrios, tollos, jureles, atunes y pulpos (...) sin mayores esfuerzos de entre las rocas en las bajas mareas" (Eyzaguirre, 1986:13), sino también entre algunos grupos del interior con los cuales aquellas mantenían intercambio. Las algas también fueron aprovechadas por los indígenas, quienes comían con frecuencia ulte, luche y, sobre todo, cochayuyo, el que preparaban asándolo a las brasas y luego cociéndolo por largas horas.

Previo a la llegada de los españoles, la principal fuente de grasa empleada por los nativos fue el madi (Madia sativa, conocida también como "melosa"), planta a partir de cuyas semillas se obtenía "un aceite tan claro y excelente" (García Hurtado de Mendoza, citado en Pereira Salas, 2007:45) que se usó para cocinar incluso hasta el siglo XVII. En la actualidad, se estudia el cultivo de esta especie vegetal para la obtención de biocombustibles, en virtud de su alto contenido oleaginoso.