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Tierra de pellines

En Tierra de pellines (1929), se encuentran los principales aportes de Durand a la literatura criollista chilena, como la traslación a un nivel literario del habla rural, la configuración de una imagen del campesino auténtico, la precisa observación del paisaje y la ternura con la que hace vivir y actuar a sus personajes.

En este libro reunió cuentos acumulados durante diez años, en los que narraba experiencias cotidianas de su niñez y juventud. El prólogo estuvo a cargo de Ricardo Latcham.

Tras su publicación, el Diario Ilustrado, donde Durand ya trabajaba, escribió una nota sobre el libro, el 18 de noviembre de 1929. En esta expresó: "Luis Durand, poeta realista de la naturaleza chilena, admirable evocador de sus tipos y costumbres, sabe infundir vida, belleza y verdad a todo lo que sale de su pluma. Sí. Es un poeta el que, a través de sus cuadros de la tierra, habla ese lenguaje natural, sencillo, matizado por la música y nutrido de experiencias pintorescas, y que a todos interesa, a los profesionales del gusto y al gran público. De ahí su éxito". ("Tierra de pellines", Diario Ilustrado, 18 de noviembre, 1929)

Se cuenta que en 1930, don Arturo Alessandri que siempre visitaba la librería Nascimento, fue a comprar un libro y le pidió al vendedor que le recomendara uno. El vendedor le entregó Tierra de pellines, el cual le gustó mucho, tanto que quiso conocer al autor. Ese fue el comienzo de una larga amistad.