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Novelas Románticas

Desde mediados del siglo XIX y hasta 1920 aproximadamente, las novelas románticas fueron absolutamente censuradas por la Iglesia y los grupos conservadores, quienes las consideraban un voraz vicio femenino, altamente pernicioso para la moral.

Los textos de sensibilidad romántica, como Malditas sean las mujeres del español Ibo-Alfaro o Felipe Derblay de Jorge Ohnet, se pasaban de mano en mano entre las jóvenes lectoras, estimulando la sensibilidad y las pasiones.

Como lectura de entretención, improductiva y de carácter secular, estas obras permitían una libertad de interpretación que desligaba las conciencias femeninas de todo intermediario religioso o civil. En este sentido, instituciones católicas y conservadoras hacían llamados permanentes a los padres a controlar la lectura de sus hijas. Para ellos, la emancipación literaria sólo agravaba los peligros que ya suponía la libre lectura: traspasar las fronteras del hogar y viciar la moral pública y privada.

El Estado, por su parte, vio en la novela la oportunidad de promover una moralización laica y de carácter nacional.