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Inquilinaje

A mediados del siglo XVII, el aumento demográfico de los mestizos libres y la progresiva desaparición de los indígenas en la zona central llevó a las haciendas a desarrollar estrategias que permitieran la inclusión de los primeros en el sistema productivo. Ello se dio bajo el sistema de inquilinaje, mediante el cual mestizos y españoles pobres se instalaron en los terrenos alejados de las grandes estancias ganaderas, a cambio de un canon simbólico que se pagaba anualmente en especies.

La instalación de inquilinos permitió a los estancieros el control de los límites de sus tierras, a la vez que les garantizaba mano de obra para las faenas ganaderas como el rodeo y la matanza. Tras el auge de las exportaciones de trigo a Perú a fines del siglo XVII, los inquilinos vieron aumentar progresivamente las cargas laborales que les imponían los hacendados, convirtiéndose en la principal mano de obra de la nueva economía triguera, no sólo como peones de temporada sino también como medieros de los hacendados.