El libro de artista es considerado usualmente como un subgénero de las artes visuales. Su denominación se consolidó en los años setenta para hacer referencia a un tipo específico de libros hechos de manera artesanal, con tiraje limitado, cuyo proceso de producción depende totalmente del artista. En otras palabras, estos libros son ideados y producidos por sujetos con las habilidades técnicas y las capacidades artísticas para realizar su obra.

Estos objetos se conciben sobre el horizonte de lo que ha sido entendido históricamente como libro y es a partir de este concepto que se definen, ya sea como una transgresión de los códigos involucrados en su lectura tradicional o como una apropiación y reinterpretación de sus aspectos semióticos, formales o conceptuales.

Los libros de artista poseen una serie de particularidades que los distancia de los libros tradicionales, principalmente, porque sus autores alternan sistemas visuales, verbales y gráficos que transgreden, por un lado, los contenidos lingüísticos en su encuentro con textos plásticos o caracterizados por su visualidad y, por otro, los límites preconcebidos de las disciplinas artísticas y sus géneros.

Los libros de artista, además de transgredir la concepción tradicional del libro, la reinterpretan a partir del cruce de diferentes lenguajes y formas de representar que acogen diversos formatos y contenidos que requieren prácticas alternativas de lectura. El libro de artista proyecta acciones en los lectores, requiriendo comportamientos que exigen nuevas formas de leer u otros tipos de relaciones entre sujeto lector y objeto leído que producen una experiencia de lectura multisensorial.

En el contexto chileno, la producción de libros de artista se ha manifestado en general de forma aislada y desde iniciativas individuales, lo que ha dificultado históricamente el acceso a estos objetos, los cuales muchas veces están rodeados de cierto aire de secretismo.

Entre los autores cuyo trabajo experimental podría situarse en el ámbito del libro de artista o plantearse como uno de sus antecedentes destacan Arturo Alcayaga Vicuña (1920-1984) con Las ferreterías del cielo (1955) y Entredios (1968) o Mauricio Rosenmann Taub (1932) con Los paraguas del no (1969). Poetas y artistas como Guillermo Deisler (1940-1995), Thito Valenzuela (1945), Cecilia Vicuña (1948-), Juan Luis Martínez (1942-1993) con La nueva novela, Guillermo Núñez (1930) o Sybil Brintrup (1954) ingresan más propiamente en este ámbito del libro de artista.

Con el paso del tiempo, las prácticas de búsqueda y experimentación artística respecto del libro como soporte se han ido complejizando en varios sentidos, lo cual ha ampliado los horizontes de referencia del concepto de libro de artista. Por una parte, esto ha contribuido al surgimiento de categorías específicas al interior del género, como la de libro-objeto, y permitido la producción de obras que indagan en la deconstrucción del soporte. Por otra parte, iniciativas de corte editorial, como las revistas de artista o las editoriales artesanales constituyen también otra manifestación del género y resultan fundamentales para contextualizar el período poético y político de las décadas del sesenta y setenta en Chile y Latinoamérica.

Finalmente, el desplazamiento del estatuto de la figura del editor desde un ámbito más bien técnico hacia uno creativo ha posibilitado la transacción de este tipo de objetos en el mercado de las ediciones de arte, de la mano de editoriales independientes o microeditoriales que han publicado colecciones que resaltan ya sea por su preocupación formal o la línea de sus contenidos en el ámbito artístico. En esta línea destacaron de forma inaugural la colección de Francisco Zegers Editor y el trabajo editorial de Ronald Kay con revista Manuscritos en el ámbito nacional.