"A pesar de la relativa estabilidad institucional vigente durante el siglo XIX y de fundaciones estatales tan emblemáticas como las Escuelas de Preceptores(as), la Universidad de Chile y el Instituto Pedagógico, cada día se hacía más evidente la gradual insuficiencia del 'sistema escolar' para responder a los requerimientos de la población. Esto, sumado a la larvada implosión de la 'cuestión social', el centralismo y el diacrónico dominio de las clases pudientes (oligarquía) sobre el pueblo mayoritario, genera la formalización de agrupaciones mutualistas y gremiales, especialmente en el campo del magisterio.Todo ello trasuntado, además, en congresos (1902, 1912) y publicaciones, de variada índole, cuyo resultado se concretará en la Ley de Instrucción Primaria Obligatoria (1920), la Constitución de 1925 declarando la Educación 'atención preferente del Estado', y la dictación del decreto N° 7.500 (1927)" introduce Luis Rubilar Solis, comenzando a bosquejar la situación social que vivía el magisterio a principios del siglo XX y que luego perfilaría el imaginario de Manuel J. Ortiz.

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