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Comercio, finanzas y desarrollo industrial en el puerto de Valparaíso

El puerto de Valparaíso vivió varios ciclos de rápido crecimiento económico durante el siglo XIX, que definieron su rol como capital comercial y centro económico del país, disputando dicho lugar con Santiago, que se consolidó como centro político y administrativo, aunque no abandonó su vocación económica, sobre todo por la fuerza que ejercían las familias chilenas formadoras de la república y que basaron su poder político en la tenencia de la tierra y el comercio de importación.

Valparaíso, sin embargo, estuvo a la vanguardia comercial, financiera e industrial durante gran parte del siglo XIX, debido a la llegada de colonias extranjeras y a los empresarios chilenos que desarrollaron alianzas estratégicas con los representantes de las potencias europeas, quienes ayudaron a modernizar sus industrias y acrecentar su capital y riquezas. En ese sentido, esta alianza entre empresarios y comerciantes chilenos con británicos, franceses, alemanes y también norteamericanos permitió generar una intrincada de red de relaciones económicas que dio origen a la base financiera de la industria nacional.

Si bien en el período 1820-1840 el comercio de Valparaíso estuvo centrado principalmente en la exportación de productos agrícolas y ganaderos y la importación de bienes de consumo, en el segundo período de crecimiento, entre 1840 y 1870, el principal eje articulador de la economía porteña fueron las negociaciones en torno a las exportaciones de minerales como la plata y el cobre y la importación de bienes de consumo, maquinarias e insumos necesarios para modernizar la industria minera y también propiciar un lento pero continuo proceso de transición hacia la mecanización e industrialización de otros sectores de la economía, principalmente la industria manufacturera. Esto último se enmarcó en el contexto de un intento temprano por sustituir las importaciones extranjeras, proceso que fue retrasado por la fuerza de los intereses extranjeros (Carmagnani, Marcelo. Desarrollo industrial y subdesarrollo económico. El caso chileno (1860-1920). Santiago, Chile: Dirección de Bibliotecas, Archivos y Museos, 1998).

Los empresarios chilenos y extranjeros ligados a la industria minera, ya sea como dueños de las faenas, financistas o inversores, necesitaron de las casas comerciales para abastecerse de maquinarias, insumos y equipos para la producción, pero también de bienes de consumo para la población movilizada hacia los territorios explotados. Del mismo modo, los lujos y la ostentación material de la oligarquía nacional dependieron también de la importación de bienes de consumo como telas o ropas manufacturadas, muebles, joyería, entre muchos otros productos importados por las compañías comercializadoras.

Las primeras casas comerciales se instalaron en Valparaíso entre 1820 y 1840, y mantuvieron su presencia hasta inicios del siglo XX. La principales casas extranjeras fueron las de Ravenscroft, Williamson, Balfour & Cía.; Gibbs & Cía.; Graham Rowe & Co.; Vorwerk y Cía.; Grace y Wessel Duval & Cía., entre otras. La mayoría de estas casas comerciales tuvieron presencia también en otros puertos del norte y del sur del país, a través de sucursales.

Estos agentes comercializadores diversificaron sus importaciones y exportaciones ya que "trabajaban una amplia gama de mercaderías importadas, si bien su fuerza estaba en las de mayor volumen: carbón y productos del petróleo; explosivos y otros insumos para la industria salitrera y minera; sacos de yute para salitre y frutos del país, enseres para la agricultura; maquinaria de todo tipo, artículos de ferretería y menaje; materiales de construcción desde aguarrás a zinc, y productos alimentarios, como ser, aceite, manteca, y azúcar del Perú, además de té, café, yerba mate, licores y otros. Cada firma tenía un énfasis distinto. Fuera de los rubros mencionados, Duncan Fox era particularmente activa en tejidos de algodón, donde competía con diversas firmas alemanas hasta la Primera Guerra Mundial, mientras que la casa Grace traía, además de los productos ya citados, madera de pino oregón desde la costa oeste de los Estados Unidos y papel de imprenta" (Couyoumdjian, Juna Ricardo. "El alto comercio en Valparaíso y las grandes casas extranjeras, 1880-1930. Una aproximación". Revista Historia, volumen 33, Santiago: 2000).

En el caso de los bancos e instituciones financieras, estas también se diversificaron, sobre todo luego de la promulgación en 1855 de la Ley que creo la Caja de Crédito Hipotecario y que permitió la creación de otras asociaciones o instituciones financieras. Así, en 1856 se fundó el Banco de Valparaíso, una sociedad anónima que se dedicó a entregar financiamiento a comerciantes y productores y a emitir billetes para el intercambio en el puerto. En 1885 existían tres grandes bancos que tuvieron intereses tanto en el comercio en Valparaíso como en el resto de las áreas de desarrollo económico del país: Banco de Valparaíso, el Banco de la Sociedad A. Edwards & Co. y el Banco Internacional, a los que se sumaron a principios del siglo XX los bancos Anglo-Sudamericano, Alemán Transatlántico, Chile-Alemán y el Banco de Chile.

En 1858 se estableció formalmente la Bolsa de Comercio de Valparaíso, que agrupo las transacciones relacionadas con las principales sociedades anónimas constituidas en el puerto. Posteriormente, en 1892 fue reemplazada por el Salón de Corredores y en 1898 por la Bolsa de Valores de Valparaíso.

En el ámbito de la industria, algunas compañías que habían invertido capital en las casas comerciales y en instituciones financieras, también tuvieron participación en las fábricas que se construyeron en Valparaíso en la segunda mitad del siglo XIX.

Los estudios y estadísticas de Julio Pérez Canto publicados entre 1890 y 1895 muestran varias de estas industrias, entre ellas, la fundidora y constructora de maquinarias de Lever Murphy y Cía.; la fábrica de carros de ferrocarril de Brower, Hardie y Cía.; la fundición de Balfour Lyon y Cía.; la fábrica de aceites de Williamson Balfour y Cía.; la fábrica de camisas de Juan Matas; la fábrica de chocolates de Francisco Zanetta; las fábricas de cerveza de Carlos Shormann y Hoffman y Ribbeck; la fábrica de tabacos Bonsack; entre otras.

Este desarrollo industrial se mantuvo en las cercanías y en el propio puerto de Valparaíso hasta el siglo XX y comenzó su declive solo después de la gran crisis económica de 1929, que afectó a todo el desarrollo económico del país.