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Pica-Tarapacá

Posterior al siglo IX antes de Cristo, la quebrada de Camiña participaba de una esfera cultural de tierras altas en conjunto a las poblaciones de la sierra de Arica. Sobre los 3.000 mil metros sobre el nivel del mar, existía una sociedad alejada del sustrato y la complejidad de la pampa y sus oasis. Su patrón arquitectónico se basó en la construcción en ladera y en conjuntos domésticos aglutinados de piedra de forma circular. A diferencia de lo que ocurría en Tarapacá en esos momentos, la aldea de Camiña correspondía a un gran asentamiento con cerca de 600 estructuras, entre las cuales 200 eran depósitos que conservaban y almacenaban los productos agrícolas cultivados en terrazas regadas por canales.

Dentro de la aldea no existen grandes espacios públicos, aunque a pocos kilómetros aparecen sitios como Laymisiña y Nama, con mausoleos rectangulares de adobe llamados chullpas y cementerios de fosas o cistas circulares de piedra. Estos cementerios se constituyeron en lugares de congregación social que vinculaban el culto de los antepasados con las expresiones del altiplano colindante.

La red de asentamientos de Pica-Tarapacá se extendieron paulatinamente hacia los pucaras de Chusmisa y Mocha, en la parte alta de Tarapacá y; hacia el pucara de Jamajuga o Cerro Gentilar en la quebrada de Mamiña. Arquitectónicamente la traza rectangular presente durante el primer milenio después de Cristo (Período Formativo), se mantiene vigente sólo en sitios de menor tamaño y aumenta la introducción de la planta circular y elíptica desde el altiplano y las quebradas altas, reproduciendo nociones andinas básicas de construcción que además documentan la segmentación espacial de la población con fines productivos y una variabilidad funcional acorde a un sistema económico especializado y heterogéneo.