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La incorporación al Tawantinsuyo

Como consecuencia de la política expansiva del Tawantinsuyu (imperio de las cuatro regiones) y de su atractiva riqueza minera, el décimo Inca, Topa Yupanqui, emprendió la conquista hacia el sur (Kollasuyu), la cual consolidó su hijo Huayna Capac. Usando las rutas de intercambios previamente establecidas, los soldados y embajadores del Inca llegaron a un territorio exigiendo a los kurakas (jefes locales) una sumisión pacífica. Si aceptaban, se sellaba la alianza con regalos propios del incanato o de regiones previamente conquistadas, como gorros, textiles, vasijas o vasos queros, los que se convertían en bienes de prestigio para sus portadores. Si no aceptaban, la sumisión sería bajo las armas.

Al parecer esto ocurrió con la anexión de Copiapó, ya que según relatan los cronistas del siglo XVI, habría acontecido un enfrentamiento entre ambas partes. Luego de un tiempo sin mayores avances, los incas establecerían una alianza con los Diaguitas de más al sur, con el fin de conquistar los territorios de Huasco y Copiapó. Situación que es posible de observar arqueológicamente a través de la presencia de material Diaguita-Inca en todos los sitios de esta época presentes en la región, sean habitacionales o funerales.

Facilitadores de la incorporación al Tawantinsuyu fueron tanto el sistema vial Inca, o Qhapaq Ñan, como la religión estatal, ya que existían importantes sitios de adoración a lo largo del Imperio, en los que se practicaban rituales propiciatorios de bienestar social. Muchas veces estos adquirían la forma de altares o plataformas ceremoniales, lugares en donde se ofrecían a las divinidades locales y estatales ofrendas como figurillas de concha o metal ataviadas a la usanza Inca, como las halladas en los adoratorios de altura. De esta manera, las deidades locales y sus seguidores, eran incorporados dentro del sistema religioso imperial. Restos del Qhapaq Ñan se distinguen claramente en la planicie desértica norte de la región, entre el despoblado de Atacama y Copiapó. De allí este camino asciende a 3.500 y 4.400 metros de altura, uniendo los valles transversales del Norte Chico con importantes puntos del Noroeste argentino por la vía cordillerana. Por otra parte la metalurgia, que durante los períodos anteriores tuvo una producción restringida, se potenció con la llegada del Inca. Mediante la mit'a, la población local o mitayos especialistas traídos de otros sectores, tributaban al Imperio su tiempo en turnos para conseguir metal fundido en bruto. Este material se habría llevado a diversos lugares del Tawantinsuyu para su uso en orfebrería. El establecimiento metalúrgico más importante hasta ahora conocido es Viña del Cerro en el valle de Copiapó, el cual era administrado por funcionarios diaguita-incas, pero funcionaba gracias al trabajo de la población local. Otros sitios de explotación minera importantes de esta época se encuentran en el sector de Los Infieles, cerca de Almirante Latorre, hacia el interior de La Serena.