Subir

proyectos viales

El impacto de la expansión incaica en áreas geográficas acotadas se puede estudiar a través de los diseños constructivos presentes en las instalaciones que flanquean el Qhapaq Ñan. Pese a su uniformidad, los edificios incaicos no siguieron siempre cánones de otras áreas; más bien desarrollaron proyectos que aplicaban nociones de emplazamiento y visibilidad que interactuaban con el paisaje local, lo que es posible comprobar hoy en día a través de la geografía que configuran las disposiciones de sus ruinas. Generalmente los arquitectos incaicos supervisaban la edificación de sus enclaves y caminos, utilizando como mano de obra a poblaciones locales o mitimaes. Las cualidades específicas de la construcción se encontraban mediadas por la negociación de los agentes del estado con los grupos no cuzqueños y las condiciones geomorfológicas, climáticas y logísticas del medio.

La política económica estatal no se basó únicamente en el despliegue de mecanismos coercitivos, sino también en la apropiación, reformulación y redimensionamiento del aparato ideológico local, orientándolo hacia los principios que apuntalaban la estructura y la legitimidad del Estado Inca. La creación de nuevos sentidos en la concepción del espacio como ámbito para la acción de los agentes sociales, parece haber constituido una de las herramientas preferidas empleada por los planificadores estatales. La arquitectura vial en su conjunto asumió un rol activo, separando a las elites de los comunes, restringiendo el movimiento hacia determinados sectores y transmitiendo mensajes de diferenciación, poder y prestigio, entre las comunidades locales. Los espacios vinculados con las actividades ceremoniales y religiosas fueron, probablemente, los monumentos más versátiles para crear y reproducir las estructuras de poder social, conformando lugares de convergencia en los cuales las condiciones de desigualdad podían enmascararse a partir de su apariencia pública.