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La moralidad en las películas

Antes de 1925, año en que el gobierno de Arturo Alessandri (1868-1950) dictó el Decreto de Ley número 558 que regulaba la exhibición de películas chilenas y extranjeras, las municipalidades eran las encargadas de la censura de los largometrajes extranjeros que se exhibían en Chile. Aunque no tuvieron un criterio unificado para vetar estas producciones, obedecían en términos generales a intereses de organizaciones ligadas a las familias de la oligarquía nacional como el Comité de Damas por la Decencia y la Moralidad Pública ("Historia de la Ley 19.742". Biblioteca del Congreso Nacional de Chile. Santiago de Chile, 25 de agosto de 2001, p. 195-196).

En este contexto, en el año 1918, La semana cinematográfica mostró preocupación frente a la seguidilla de restricciones impuestas por las autoridades municipales santiaguinas a películas extranjeras como Amor de Broadway, Thais (1917) y Problema matrimonial, las que calificaron de inmorales por mostrar desnudos o mujeres con vestimentas consideradas impúdicas. Denunció, además, al resto de la prensa por avalar la acción municipal.

A partir del caso de Amor de Broadway, en el décimo número de La semana cinematográfica se dedicaron tres artículos al tema de la censura: el editorial "El secuestro de Amor de Broadway", que ahondó en la acción municipal, a la que consideraba injustificada, entre otras razones, porque la película ya había sido aprobada en Estados Unidos, su país de origen; el artículo "¡Moralicémonos!", firmado por "Catón el Censor", personaje satírico creado por la revista que apoyaba, irónicamente, la decisión de la municipalidad y, finalmente, el texto "La moralidad en las películas".

Este último artículo, firmado por Lucila Azagra, propuso que la inmoralidad de las películas no la constituyen las escenas en sí mismas, sino su intención global: "No está, pues, la cuestión de la moralidad o de la inmoralidad en el desnudo, ni en los personajes, ni en las escenas. Está en el sentido general de la obra, en su tendencia íntima. Si este sentido general, si esta tendencia íntima son moralizadores, si levantan, si fortifican en la virtud, si ayudan al cumplimiento de los deberes y reglas sociales, la obra será moral. Si, por el contrario, perjudican el bienestar social, alentando en el sentido de faltar a sus reglas fundamentales, la obra será inmoral" (Azagra, Lucila. "La moralidad en las películas". La semana cinematográfica. Año 1, número 10, 11 de julio de 1918, p. 5).

Tras la censura que sufrió Amor matrimonial, la revista no solamente volvió a cuestionar la decisión municipal, sino que esta vez apuntó a la aquiescencia de la prensa e, incluso, acusó a otros medios de respaldar la acción del municipio sin siquiera haber visto la película. Para la revista, los medios debían cumplir un rol de fiscalización ante la censura de la autoridad: "Es la prensa, como portadora de la opinión pública, la llamada a oponerse a estos procedimientos injustos, tomados con ligereza que pasma y que no tiene otra explicación que la impunidad absoluta en que quedan ante la opinión los traspiés de las autoridades" (Azagra, Lucila. "Mal que va en aumento". La semana cinematográfica. Año 1, número 12, 25 de julio de 1918, p. 1).