Casi todas las mujeres que ingresaban a las Casas de Corrección pertenecían al mundo popular. Solían desempeñarse como lavanderas, empleadas domésticas, cocineras y costureras. Las estadísticas consignan que los delitos más comunes referían a hurtos, injurias y adulterio. Hacia fines del siglo XIX, aumentó el número de ingresadas a las cárceles, cuestión que se relacionó con la migración campo ciudad y el consecuente incremento de la marginalidad. La categoría de mujeres sin oficio o que ejercían oficios ilícitos como prostitutas o tahúres se multiplicó. A pesar de que la población penal femenina era inferior a la masculina, se verificó el alza de las reclusas en gran proporción al paso de los años.

En el siglo XX, se prolongó el componente de clase del siglo XIX. El año 1944 permanecieron en Correccional 4.444 mujeres. De ellas 4.369 eran obreras y solo 75 pertenecían a la clase media.