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Obra narrativa de Pedro Nolasco Cruz

Si bien la obra de Pedro Nolasco Cruz ha sido destacada principalmente por su trabajo como crítico literario, el autor publicó varios títulos en el ámbito de la narrativa; dimensión que ha sido referida de forma secundaria.

Por ejemplo, Matías Rafide indicó que la narrativa de Cruz era de "menor importancia" y que utilizaba "una prosa monótona, de escaso vuelo, dentro de una tendencia moralizadora y didáctica", pero sin hacer referencia a un libro o texto en específico ("Pedro Nolasco Cruz (1857-1939)". Diccionario de autores de la Región del Maule. Talca, 1984, p. 116).

Domingo Melfi (1892-1946), por su parte, señaló que Cruz, "años atrás, en los días de su juventud, había publicado algunos libros de fantasía, desprovistos de gracia. Su sentido narrativo fue yermo, deshuesado, y su estilo carecía de vibración poética" ("Estudios sobre la literatura chilena". Atenea. Número 167, enero de 1941, p. 77).

A pesar de estos comentarios generales sobre la producción narrativa del autor, ha habido algunos juicios breves que se han detenido en sus cuentos y novelas.

El primer libro que Cruz publicó fue Fantasías humorísticas (1881), volumen que reunió seis relatos que el mismo autor calificó como "fábulas mitológicas" (Cruz, Pedro Nolasco. "Prólogo". Fantasías humorísticas. Santiago de Chile: Imprenta de P. Cadot, 1881, p. 7). Según Raúl Silva Castro (1903-1970), este libro está constituido por "cuadros novelescos que podían ser fácilmente asimilados a lo que entendemos por cuento. En ellos predomina la fantasía sobre la observación de la realidad, y al autor le resulta fácil moverse en medio de figuras mitológicas y creaciones de la mente, pero jamás deja de contar con la naturaleza humana, sea para combatir sus errores, sea para exaltar su aptitud de perfeccionamiento" (Silva Castro, Raúl. "Cuentistas chilenos del siglo XIX". Anales de la Universidad de Chile. Año 92, número 15, julio-septiembre de 1934, p. 114-116).

En 1882, apareció el segundo libro del autor, Murmuraciones, cuyo subtítulo fue "Artículos de crítica social y literaria". En el prólogo de la obra, Cruz indicó que el contenido de tal libro no se trataba de "chismes, ni alusiones personales, ni de criticar con desvergüenza o encono. Son observaciones recogidas en el campo social y el crítico literario, y tal cual vez en el político y religioso, con algunos comentarios que mucho me temo no han de ser ninguna novedad para las personas experimentadas y estudiosas" (Cruz, Pedro Nolasco. "Al lector". Murmuraciones. Santiago: El Independiente, 1882, p. 9). Silva Castro también se refirió a este libro comentando que en este volumen se halla "más de un fragmento en que por alianza de la observación de las costumbres, enredo dramático y conocimiento del medio ambiente y de los hombres, se podrían filiar con otros tantos cuentos de índole nacional, aunque seguramente el autor no pretendiera haberlos hecho" (p. 115).

En 1930, Cruz publicó un volumen titulado Cuentos, en el que reunió nueve relatos, que había dado a conocer "hacía más de treinta años en diversos periódicos" (Latcham, Ricardo A. "Cuentos por Pedro Nolasco Cruz". Índice. Año 1, número 4, julio 1930, p. 12). En comparación con el primer libro de Cruz, Fantasías humorísticas, en el que "se había apartado de la realidad para imaginar escenas irreales", Silva Castro destacó el realismo presente en los textos de Cuentos -todos de "tema local, de observación directa de lo real"- por su intención de reproducir "las costumbres chilenas tan decididamente" (p. 115).

Silva Castro indicó que lo único reprochable de este libro de Cruz fue el momento de su aparición, pues "tal como él mismo dice, 'fueron escritos hace más de treinta años'". En ellos, se podían hallar "escenas de la vida de familia, reflexiones en forma novelesca acerca de la muerte de las ilusiones que es el lote de la edad viril, discusiones sobre el juego del billar, las ideas de Darwin, notas breves sobre la vida agrícola y pequeños dramas de celos o de intereses pasan por las páginas de estos Cuentos escritos en un estilo parejo, descolorido, sin resaltes, que pocas veces logra animarse con un chispazo de dramatismo o de simple emoción" (Silva Castro, Raúl. "Cuentistas chilenos del siglo XIX". Anales de la Universidad de Chile. Año 92, número 15, julio-septiembre de 1934, p. 115-116).

En línea con la visión de Silva Castro respecto del desfase entre la escritura y la publicación de Cuentos, Ricardo Antonio Latcham (1903-1965) indicó que "nuestra sensibilidad se ha enriquecido mucho desde entonces. Sus asuntos, en cambio, denotan pobreza inventiva, vulgaridad de observación y una prosa correcta, pero sin vitalidad ni energía. El señor Cruz, que escribe sabrosas páginas de crítica literaria, aquí se exhibe flácido y anémico. Todos sus temas son triviales y monótonos, dolorosamente monótonos, cual un discurso académico o un acta notarial" (Latcham, Ricardo. "Cuentos por Pedro Nolasco Cruz". Índice. Año I. Número 4, julio 1930, p. 12).

Además de narrativa breve, Cruz publicó tres novelas: Esteban, Flor del campo y Travesura inocente. La primera de ellas apareció junto a dos relatos en el libro Esteban; La dama misteriosa; El paso de venus, editado en 1883 por la Imprenta del Progreso. La segunda se publicó al final del volumen Murmuraciones, en 1882 y la tercera se editó en formato libro en 1886 por la Imprenta Cervantes.

Respecto a la recepción de Esteban y Flor del campo ha habido opiniones diversas. Por una parte, Domingo Melfi señaló que "eran impresiones de la vida campesina" de Cruz, en alusión al periodo de vida en el que el autor trabajó como agricultor luego de cursar estudios de Leyes. Mencionó que de esta experiencia, de "su contacto con la tierra", derivó "esta suerte de rigor positivo, de sentido práctico y de ausencia de imaginación que lo caracterizan" (Melfi, Domingo. "Estudios sobre la literatura chilena". Atenea. Número 167, enero de 1941, p. 77).

Por otra parte, la narrativa de Cruz ha sido releída hacia inicios del siglo XXI con énfasis en su vínculo territorial. Mario Verdugo -acordando en su generalidad sobre las críticas a su escritura-, ha indicado que "los escarceos novelescos de Pedro Nolasco Cruz contienen méritos indesmentibles. Con la perspectiva histórica que proporcionan los ciento treinta años transcurridos, tan solo un acercamiento mezquino o miope podría ignorar lo que en ambos libros se juega sobre la ruralidad chilena". No obstante, esta aseveración de Verdugo está precedida y sucedida por enunciados que utilizan la ironía y el juego intertextual. Por ejemplo, tras lo anterior, indicó: "Inclusive se diría que Esteban, el personaje que da título a la novela del 83, es un sorprendente precursor del Martín Rivas blestganiano, si no tocara la desgracia de admitir que Blest Gana había escrito su novelón un cuarto de siglo antes" (Verdugo, Mario. "La obra magna de Pedro Nolasco Cruz". Medio Rural. Año 4, número 7, 2016, p. 82).

Cuando se ha hecho referencia a las novelas escritas por Cruz, por lo general, se han mencionado Esteban y Flor del campo, mientras que Travesura inocente no es referida, con la excepción de Silva Castro, quien indicó que, en ella, Pedro Nolasco Cruz "estudia conflictos sentimentales con notable agudeza en el decir. Es curioso que varias escenas de esta novela estén dialogadas a manera teatral, con lo que el autor pareció querer dispensarse de las relaciones a que obliga la técnica habitual de la novela" (Silva Castro, p. 115).