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Don Joaquín Edwards Bello: “El roto” y sus demás obras (1920)

En 1920, Joaquín Edwards Bello (1887-1968) publicó el libro El roto. Esta obra fue la tercera novela del autor, luego de El inútil (1910) y El monstruo (1911). En el momento de su aparición, la obra causó debate en la crítica literaria de la época, círculo en el que eran figuras reconocidas Omer Emeth (1860-1935), Domingo Melfi (1892-1946), Ricardo Latcham (1903-1965), Inés Echeverría (1868-1949), Hernán Díaz Arrieta (Alone) (1891-1984) y Pedro Nolasco Cruz.

La recepción inmediata de El roto "se caracterizó por una lectura acorde a los paradigmas estéticos-culturales del fin de siglo, cuya factura estaba moldeada, en gran medida, por las corrientes literarias realistas y naturalistas". Entre los aspectos comentados del libro, se presentaron inquietudes morales a partir de la "ficcionalización del mundo prostibular popular"; y también se comentó el rescate literario de la figura del roto, que "abrió la puerta" a cuestiones "atingentes a la identidad nacional, tema sensible todavía en el fin de siglo, y que con las celebraciones del centenario y el desarrollo de la literatura criollista, ocuparon un lugar central en el debate público y literario" (Darrigrandi, Claudia. "El roto de Joaquín Edwards Bello: la imposibilidad de dejar de ser cronista". En Edwards Bello, Joaquín. El roto. Santiago de Chile: Ediciones Universidad Alberto Hurtado, 2019, p. 15-17).

Una de las voces que presentó una crítica negativa de El roto fue Pedro Nolasco Cruz en el artículo "Don Joaquín Edwards Bello: 'El roto' y sus demás obras", texto en el que también hizo un comentario general sobre las novelas de Edwards Bello y sus crónicas periodísticas.

Este artículo apareció el 24 de septiembre de 1920 en El Diario Ilustrado (1902-1970), año en el que también fue publicado como folleto y con el mismo título por la imprenta Cervantes. En 1940, el texto se incluyó, además, en el tercer tomo de Estudios sobre la literatura chilena.

En "Don Joaquín Edwards Bello: 'El roto' y sus demás obras", Cruz situó a Edwards Bello como parte de un grupo de jóvenes con "aptitudes literarias" que, "en vez de inspirarse en asuntos nobles y dignos de esa edad generosa", revolcaban "su imaginación en las inmundicias de la sensualidad". Esta inclinación le parecía desalentadora y consideraba que, al parecer, a tales autores los animaba una "rabia diabólica, deseos que no pueden saciar, una envidia imponente y la soberbia más estúpida. Su criterio y su gusto se pervierten hasta creer que, cuando se expresan brutalmente, hablan con sinceridad y franqueza; que, cuando exhiben los vicios más repugnantes, hacen obra útil a la sociedad; que, cuando hieren las creencias religiosas, manifiestan vigor intelectual". Cruz consideraba que la preferencia por tales asuntos era resultado de la "educación universitaria descreída, y la difusión de libros malsanos, sobre todo españoles o traducidos al español, a los cuales se procura imitar" (Cruz, Pedro Nolasco. "Don Joaquín Edwards Bello: 'El roto' y sus demás obras". Estudios sobre la literatura chilena. Tomo III. Santiago: Editorial Nascimento, 1940, p. 91-93).

En el caso particular de El roto, indicó que el libro "ha pasado notoriamente la raya en esta materia y, sin embargo, se ha publicado un aviso que anuncia esa novela, acompañado por juicios favorables de once personalidades, casi todas fuera de las letras" (Cruz, p. 92).

Cruz mencionó que ciertos juicios a favor de El roto habían sido influidos por el texto del escritor español Vicente Blasco Ibáñez que se incluyó como prólogo a la primera edición, en el que destaca "las cualidades de novelista de Joaquín Edwards Bello y lo llama a persistir en ese oficio" (Darrigrandi, p. 26). Sin embargo, cuestionó que se tuviera en consideración el punto de vista de Blasco Ibáñez, debido a que, por un lado, subordinaba "enteramente sus juicios literarios a la propagación de doctrinas subversivas y antirreligiosas" (Cruz, p. 93) y, por otro lado, pues el escritor español escribió su crítica sobre La cuna del Esmeraldo, libro de Edwards fechado en 1918 que ha sido considerado como una primera versión de El roto (Concha, Jaime. "El primer Edwards Bello o el novelista antes de El roto". Acta literaria. Número 62, primer semestre 2021, p. 13-14). En razón de lo anterior, Cruz indicó que "estos son documentos que no alcanzan a servir de base a un juicio medianamente serio" (Cruz, p. 96).

Respecto al trabajo en la novela de Edwards Bello, Pedro Nolasco Cruz indicó que "tal como va, no parece destinado a brillar en este género", pues -según su visión- el autor de El roto carecía de observación e imaginación, las que entendía como cualidades fundamentales para la escritura narrativa.

Sobre sus "dotes de observación", indicó que "son superficiales, no pasan de lo exterior y aparente. Carece de penetración psicológica. Sus personajes son poco variados, gente que uno ve pasar sin dejar huella y que al punto se confunden en la muchedumbre". En relación con este juicio de Cruz, Claudia Darrigrandi ha mencionado que dicho comentario, por un lado, "informa del pudor que le produce la tematización de la vida prostibularia, de la presencia de burdeles y prostitutas y delincuentes" y, por otro, "del temor que surgía en las élites la presencia de nuevas fuerzas sociales urbanas" (Darrigrandi, p. 19).

En cuanto a la imaginación, Cruz mencionó que era incluso inferior a su capacidad de observación: "Sus novelas se componen de escenas unidas muy flojamente sin llamarse unas a otras ni estar subordinadas a un fin o término común. Podrán interesar las escenas que están bien contadas; pero el conjunto de ellas, la novela, no interesa. Son datos expuestos con más o menos colorido, y nada más". Bajo el punto de vista de Cruz, por lo tanto, "el género más apropiado para sus aptitudes es la crónica de la vida social, la entrevista de repórter, correspondencias desde países extranjeros" (Cruz, p. 97-98).

Mencionó, además, que Edwards Bello en sus novelas tenía una "tendencia rara a describir la suciedad física, la mugre, lo asqueroso; a describir la suciedad moral, los vicios inmundos, la sensualidad más grosera; y un odio frenético, insano a la religión católica, al clero, a los católicos". En el caso de El roto, Pedro Nolasco Cruz se detuvo en las descripciones del prostíbulo y las trabajadoras sexuales que aparecieron en la novela; descripciones en las que "las palabras hediondez, fetidez, son ahí tan frecuentes como en las poesías el perfume y fragancia". Indicó que la presencia de tales asuntos tenía mucho que ver con la circulación de los libros del autor, pues había "muchos interesados en que se publiquen diatribas contra la religión católica, contra la moral. Esos ataques, aunque sean ciegos e irracionales, contribuyen a extraviar las almas vacilantes" (Cruz, p. 99-102).