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Primeros sellos musicales

Los primeros sellos de música propiamente tales fueron la empresa francesa Pathé Frères, que contó con sedes en distintos países, incluido Chile, y la National Phonograph Company. Este último, creado por Thomas Alva Edison en 1896, fue un sello pionero en la exportación de cilindros para fonógrafos.

Si bien la invención del fonógrafo a fines del siglo XIX propició el desarrollo de la industria discográfica y, con ella, los primeros formatos de distribución y comercialización de música grabada, el nivel de producción de fonogramas estaba limitado por el procedimiento de grabación acústica. Este se realizaba "traspasando directamente las vibraciones de la voz y los instrumentos a la superficie de un cilindro o disco" por medio de "un cuerno que captaba las ondas sonoras y las llevaba hacia una membrana resonante que ponía en movimiento una aguja grabadora" (González, Juan Pablo. "El canto mediatizado: breve historia de la llegada del cantante a nuestra casa". Revista Musical Chilena. Año LIV, número 194, julio-diciembre, 2000, p. 27-28).

Mediante este proceso, solo se podía conseguir un fonograma, por lo que los músicos debían interpretar la misma pieza muchas veces al día para obtener un conjunto de grabaciones, todas diferentes.

El problema del copiado masivo de piezas musicales recién hacia comienzos del siglo XX pudo solucionarse con la invención de "matrices de cera reproducibles", que hicieron posible la impresión de un mismo disco "en fábricas instaladas en diferentes ciudades y países" (p. 28).

A inicios del siglo XX, tras la consolidación de la técnica de copiado masivo, aparecieron otras empresas como RCA Victor, ODEON y Columbia que, hacia 1930, se transformaron en los sellos multinacionales más importantes del mundo.